¿No tenemos todos un solo Padre? ¿No nos creó un solo Dios? ¿Por qué, pues, profanamos el pacto de nuestros antepasados al traicionarnos unos a otros? Judá ha sido infiel. En Israel y en Jerusalén se ha cometido algo detestable: al casarse con mujeres que adoran a un dios extraño, Judá ha profanado el santuario que el SEÑOR ama. En cuanto al hombre que haga eso, quienquiera que sea, que el SEÑOR de los Ejércitos lo excluya de los campamentos de Jacob, aun cuando le lleve ofrendas. Otra cosa que ustedes hacen es inundar de lágrimas el altar del SEÑOR; lloran y se lamentan porque él ya no mira con agrado sus ofrendas ni las acepta con placer de sus manos. Y todavía preguntan: «¿Por qué?». Pues porque el SEÑOR actúa como testigo entre tú y la esposa de tu juventud, a la que traicionaste aunque es tu compañera, la esposa de tu pacto. ¿Acaso no hizo Dios un solo ser que es cuerpo y espíritu? Y ¿por qué es uno solo? Porque busca descendencia dada por Dios. Así que cuídense ustedes en su propio espíritu y no traicionen a la esposa de su juventud. «El hombre que aborrece y repudia a su esposa —dice el SEÑOR, Dios de Israel—, cubre de violencia sus vestiduras», dice el SEÑOR de los Ejércitos. Así que cuídense en su espíritu y no sean infieles. Ustedes han cansado al SEÑOR con sus palabras. Y encima preguntan: «¿En qué lo hemos cansado?». En que dicen: «Todo el que hace lo malo agrada al SEÑOR y él se complace con ellos». O se preguntan: «¿Dónde está el Dios de justicia?».
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