A ti, SEÑOR, elevo mi clamor desde lo más profundo de mi ser. Escucha, Señor, mi voz. Estén atentos tus oídos a mi voz suplicante. Si tú, SEÑOR, tomaras en cuenta los pecados, ¿quién, Señor, se mantendría en pie? Pero en ti se halla perdón y por eso debes ser temido.
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