Tributen al SEÑOR, seres celestiales; tributen al SEÑOR la gloria y el poder. Tributen al SEÑOR la gloria que merece su nombre; adoren al SEÑOR en la hermosura de su santidad. La voz del SEÑOR está sobre las aguas; resuena el trueno del Dios de la gloria; el SEÑOR está sobre las aguas impetuosas. La voz del SEÑOR resuena potente; la voz del SEÑOR resuena majestuosa. La voz del SEÑOR desgaja los cedros; desgaja el SEÑOR los cedros del Líbano; hace que el Líbano salte como becerro y que el Sirión salte cual toro salvaje. La voz del SEÑOR destruye con rayos de fuego; la voz del SEÑOR sacude el desierto; el SEÑOR sacude el desierto de Cades. La voz del SEÑOR retuerce los robles y deja desnudos los bosques; en su Templo todos gritan: «¡Gloria!». El SEÑOR tiene su trono sobre el diluvio; el SEÑOR reina por siempre. El SEÑOR fortalece a su pueblo; el SEÑOR bendice a su pueblo con la paz.
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