A sus discípulos les dijo: «Llegará el tiempo cuando ustedes querrán ver siquiera uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo verán. Les dirán: “Está aquí”, o “está allí”, pero no vayan ni los sigan. Porque como el relámpago que al fulgurar resplandece de un extremo del cielo hasta el otro, así también será el día del Hijo del Hombre. Pero primero es necesario que padezca mucho, y que sea desechado por esta generación. Tal y como sucedió en los días de Noé, así también sucederá en los días del Hijo del Hombre. La gente comía y bebía, y se casaba y se daba en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces vino el diluvio y los destruyó a todos. Lo mismo sucedió en los días de Lot: la gente comía y bebía, compraba y vendía, plantaba y edificaba casas; pero cuando Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste. En aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus bienes en su casa, que no baje a tomarlos; y el que esté en el campo, que no regrese a su casa. ¡Acuérdense de la mujer de Lot! Todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará. Yo les digo que esa noche, si dos están en una cama, uno de ellos será tomado, y el otro será dejado. Si dos mujeres están moliendo juntas, una de ellas será tomada, y la otra será dejada.
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