Señor, tú eres mi roca. A ti clamo. ¡No te apartes de mí! De lo contrario, seré como los que bajan al sepulcro. Escucha mi clamor, que pide tu ayuda, cuando levanto mis manos hacia tu santo templo. No me lleves junto con los malvados, ni con los que hacen el mal; con los que hablan de paz con sus amigos pero por dentro están llenos de maldad. Págales conforme a sus malas acciones; por tanta maldad que cometen, dales su merecido. Hazlos caer, Señor, y no vuelvas a levantarlos, pues no han entendido tus acciones ni han prestado atención a tus obras. Bendito seas, Señor, pues escuchas la voz de mis ruegos. Tú, Señor, eres mi escudo y mi fuerza; en ti confía mi corazón, pues recibo tu ayuda. Por eso mi corazón se alegra y te alaba con sus cánticos. Tú, Señor, infundes fuerzas a tu pueblo; tu ungido halla en ti un refugio salvador. ¡Salva a tu pueblo, bendice a tu herencia! ¡Guíalos y cuida de ellos ahora y siempre!
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