El profeta le dijo al pueblo: «¡No cantes victoria, Israel! ¡No imites a esos pueblos que saltan de alegría! Te has apartado de Dios; has adorado a dioses falsos. Has sido infiel a tu Dios, porque al ver tus cosechas diste gracias a dioses falsos. »Por eso, pueblo de Israel, faltará el trigo en tus graneros y el vino en tus bodegas. No tendrás pan ni vino para ofrecerlos en honor de tu Dios; el poco pan que comas será como pan de velorio: solo sirve para calmar el hambre, pero no para ofrecérselo a Dios, porque Dios no lo acepta. »Israel, ya no vivirás en la tierra que Dios te dio. Más bien volverás al país de Egipto y al país de Asiria. Allí tendrás que alimentarte con lo que Dios te ha prohibido comer. Ya no podrás celebrar ninguna fiesta en honor de Dios. Si escapas de la destrucción, Egipto se encargará de atraparte, y te enterrará en la ciudad de Menfis. ¡En tus ciudades y entre tus tesoros crecerán la maleza y los espinos!» Dios dijo: «Pronto entenderás, Israel, que ya ha llegado el día en que te daré tu merecido. Tan grande es tu maldad, y tan exagerado es tu odio, que llamas “tontos” y “locos” a los profetas que te he enviado. Los envié para avisarte del peligro, pero tú les tendiste trampas; ¡ni en mi propio templo les ocultaste tu gran odio! Tu maldad es tan grande que en nada eres diferente de los que vivían en Guibeá; ¡pero no olvidaré tu maldad y te castigaré por tus pecados! »Grande fue mi alegría cuando te hallé por primera vez. Fue como hallar uvas en el desierto; ¡fue como cortar los primeros frutos! Pero al llegar a Baal-peor tus antepasados se volvieron repugnantes por adorar a dioses falsos, a esos ídolos que tanto amaban. »Israel tiene grandes riquezas, pero esas riquezas no durarán; ¡volarán como hojas al viento! Sus mujeres ya no tendrán hijos. Y si llegaran a tenerlos, yo les quitaré la vida. ¡Pobres de ellos cuando yo los abandone! »Israel y Tiro se parecen: los dos países tienen un hermoso territorio, ¡pero Israel conduce a sus hijos por un camino de muerte!» «Dios nuestro, ¡dales su merecido! ¡Que no tengan hijos sus mujeres! Y, si acaso llegan a tenerlos, ¡que no puedan alimentarlos!»
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