Dios dijo: «Ustedes, países del mar, ¡guarden silencio y escuchen! Y ustedes, naciones todas, ¡sean valientes! Vengan, que vamos a tratar un asunto muy importante; ¡juntémonos para discutirlo! »Yo soy el Dios de Israel; yo hice venir del este al victorioso rey Ciro. Conforme avanza su ejército yo humillo a los reyes, y le entrego sus naciones. Con sus armas en la mano, Ciro los ha borrado del mapa como a un puñado de polvo. Los persigue con tanta rapidez que parece no tocar el suelo. »Yo soy el único Dios y mantengo bajo control todo lo que pasa en este mundo. He existido desde el principio, y existiré hasta el final. »Los pueblos del mar se llenaron de miedo cuando vieron que se acercaban Ciro y sus ejércitos. La tierra también tembló de un extremo a otro. »Los que adoran ídolos se ayudan unos a otros: el artesano anima al escultor, y el que trabaja con el martillo dice al que golpea en el yunque: “Has hecho un buen trabajo”. Después sujeta al ídolo con clavos para mantenerlo firme». Dios siguió diciendo: «Escúchenme, israelitas, descendientes de mi amigo Abraham, de las regiones más lejanas yo los llamé a mi servicio; los elegí, y no los he rechazado. Por tanto, no tengan miedo, pues yo soy su Dios y estoy con ustedes. Mi mano victoriosa les dará fuerza y ayuda; mi mano victoriosa siempre les dará su apoyo.
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