A los niños hay que corregirlos. Unos buenos golpes no los matarán, pero sí los librarán de la muerte. Querido jovencito, cuando alcances la sabiduría, seré muy feliz. Muy grande será mi alegría cuando hables como se debe. No envidies a los pecadores, y obedece siempre a Dios; así tu futuro será feliz. Querido jovencito, préstame atención, actúa con inteligencia, y no dejes de hacer el bien. No te juntes con borrachos ni te hagas amigo de glotones, pues unos y otros acaban en la ruina. Presta atención a tus padres, pues ellos te dieron la vida; y cuando lleguen a viejos, no los abandones. Acumula verdad y sabiduría, disciplina y entendimiento, ¡y no los cambies por nada! El hijo bueno y sabio es motivo de gran alegría para su padre y su madre que le dieron la vida. Querido jovencito, prométeme que pensarás en mis consejos y harás tuyas mis enseñanzas. No hay nada más angustioso que enredarse con la mujer infiel. Esa mujer es como los bandidos: se esconde para atrapar a sus víctimas, y una a una las hace caer en sus redes.
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