1 (1b) Nuestro Dios, el Dios supremo, llama a los habitantes de la tierra desde donde sale el sol hasta donde se pone. Desde la ciudad de Jerusalén, desde la ciudad bella y perfecta, Dios deja ver su luz. ¡Ya viene nuestro Dios! Pero no viene en silencio: Delante de él viene un fuego que todo lo destruye; a su alrededor, ruge la tormenta. Para juzgar a su pueblo, Dios llama como testigos al cielo y a la tierra. Y declara: «Que se pongan a mi lado los que me son fieles, los que han hecho un pacto conmigo y me ofrecieron un sacrificio». Y el cielo da a conocer que Dios mismo será el juez, y que su juicio será justo.
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