Pon en vergüenza a los que me acusan; ¡pon en completo ridículo a los que buscan mi mal, y acaba con ellos! Yo, por mi parte, siempre confiaré en ti y te alabaré más todavía. Aunque no alcanzo a entenderlo, a todas horas diré que eres un Dios que salva con grandes actos de justicia. Dios mío, ahora voy a recordar tus hechos poderosos, y hablaré de la justicia que solo tú puedes hacer. Desde que yo era joven tú has sido mi maestro, y hasta ahora sigo hablando de las maravillas que has hecho. Dios mío, aunque estoy lleno de canas, no me abandones; todavía quiero decirles a los que aún no han nacido que tú eres un Dios poderoso. Eres incomparable, pues has hecho grandes cosas; tu justicia llega hasta el cielo. Tú me hiciste pasar por muchos aprietos y problemas, pero volverás a darme vida: ¡de lo profundo de la tumba volverás a levantarme! Me darás mayor poder, y volverás a consolarme. Santo Dios de Israel, tú eres un Dios fiel. Por eso te cantaré himnos con música de arpas y de otros instrumentos de cuerda. Te cantaré himnos y gritaré de alegría porque me salvaste la vida. Todo el día hablaré de tu poder para salvar, pues los que buscaban hacerme daño quedaron avergonzados por completo.
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