El ángel se había quedado entre los mirtos. En ese momento los jinetes le informaron: —Ya recorrimos toda la tierra, y la hemos encontrado tranquila y en paz. Entonces el ángel preguntó: —Dios todopoderoso, hace ya setenta años que estás enojado con Jerusalén y con las ciudades de Judá. ¿Cuándo vas a tener compasión de ellas? Dios le respondió con palabras muy amables y tranquilizadoras. Luego el ángel me ordenó que anunciara de parte de Dios el siguiente mensaje: «Yo amo mucho a Jerusalén, y amo mucho a mi templo. Y aunque por algún tiempo estuve enojado con mi ciudad, me llena de furia ver a naciones que se sienten muy orgullosas, y que se aprovecharon de mi enojo para hacer sufrir a Jerusalén. »Pero quiero que sepan que reconstruiré mi ciudad, y también mi templo. ¡Le mostraré cuánto la quiero! Yo soy el Dios todopoderoso, y les juro que así lo haré». Todavía el ángel me ordenó que anunciara de parte de Dios este otro mensaje: «Volveré a dar prosperidad a todas mis ciudades; mostraré amor por mi templo, y Jerusalén volverá a ser mi ciudad elegida». 18-21 (2.1-4) Más tarde levanté la vista, y vi cuatro cuernos. Como el ángel seguía a mi lado, le pregunté
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