Antiguo y NuevoMuestra
Antes, Dios tronó en el Sinaí
Los hijos menores de Dios tenían que saber que la exigencia de santidad que hace Dios era seria, absolutamente seria. Los Diez Mandamientos no eran sugerencias, ni consejos o principios generales; eran mandamientos de hierro, tallados en tablas de piedra. Expresaban la santa voluntad de Dios, obligatoria para todos. El escenario de la entrega de la ley: el monte. Sinaí, aterrorizante y oscuro, ruidoso y terrible.
“No os habéis acercado al monte que se podía palpar y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, al sonido de la trompeta y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no les siguiera hablando. . . . Tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: «Estoy espantado y temblando»” (Hebreos 12:18-21).
Esa experiencia era necesaria para enseñarles a los israelitas humildad delante de la grandeza de Dios y temblor delante de su santidad. Los mandamientos no ayudan a obtener el favor de Dios; exigen más de lo que uno puede hacer, y condenan lo poco que intenta. Si el monte Sinaí hubiera traído la última palabra de Dios, estaríamos perdidos. También usted temblaría de miedo.
Pero ese no es el monte a donde usted va; Jesucristo obedeció todos los mandamientos por usted y sufrió el castigo que usted mereció por su desobediencia. Una montaña diferente lo espera.
Los hijos menores de Dios tenían que saber que la exigencia de santidad que hace Dios era seria, absolutamente seria. Los Diez Mandamientos no eran sugerencias, ni consejos o principios generales; eran mandamientos de hierro, tallados en tablas de piedra. Expresaban la santa voluntad de Dios, obligatoria para todos. El escenario de la entrega de la ley: el monte. Sinaí, aterrorizante y oscuro, ruidoso y terrible.
“No os habéis acercado al monte que se podía palpar y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, al sonido de la trompeta y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no les siguiera hablando. . . . Tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: «Estoy espantado y temblando»” (Hebreos 12:18-21).
Esa experiencia era necesaria para enseñarles a los israelitas humildad delante de la grandeza de Dios y temblor delante de su santidad. Los mandamientos no ayudan a obtener el favor de Dios; exigen más de lo que uno puede hacer, y condenan lo poco que intenta. Si el monte Sinaí hubiera traído la última palabra de Dios, estaríamos perdidos. También usted temblaría de miedo.
Pero ese no es el monte a donde usted va; Jesucristo obedeció todos los mandamientos por usted y sufrió el castigo que usted mereció por su desobediencia. Una montaña diferente lo espera.
Escrituras
Acerca de este Plan
Este plan de lectura le ayudará a apreciar la presencia de Dios en los milenios pasados y le ayudará a entender cómo hoy en día se relaciona usted con los planes de él.
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Nos gustaría agradecer a Tiempo de Gracia por proveer este plan. Para más información, por favor visite: www.timeofgrace.org