4. Cada día, dile a Dios algo o muchas cosas que amas de Él

Una cosa interesante sucede cuando alabamos a Dios: experimentamos gozo. No sólo es digno que honremos a Dios y lo alabemos, de hecho nos beneficia. Alabar a Dios endulza nuestras vidas y fortalece la intimidad de nuestra relación con Él. Cuando nuestros corazones están centrados en Él, vemos Su gran generosidad hacia nosotros. ¡Qué asombroso es que el Dios del universo se incline para amarnos y salvarnos para que podamos estar con Él por siempre!

  
Pídele a Dios que te ayude a desarrollar el hábito de decirle lo que aprecias de Él. Día a día, Dios cubrirá tus necesidades. ¿Qué te llama la atención hoy? ¿Es Su ternura hacia ti en una situación especial? ¿Es Su atención al detalle o Su obra llena de color en la naturaleza? Quizás es Su capacidad de entrelazar las circunstancias para lograr Sus planes. Dile las razones por las que lo valoras. Serás bendecido al reflexionar sobre Él.