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Reverencia: La Redención de la Terrecería 

Si alguna vez has luchado con cualquier tipo de adicción y has sido sanado por Jesús, sabes un poco sobre la reverencia que viene a consecuencia de una segunda oportunidad. Entiendes que el amor de Dios es lo que rompió las cadenas de las cuales antes eran imposibles de escapar por ti mismo.

Lo que le sigue a un rescate de esta magnitud es la reverencia a Aquel que hace lo imposible finalmente posible. Sabes que fue la mano de Dios la que te rescató del camino de ese tren descarrilado.

La vida del Apóstol Pablo hace eco a la reverencia que fluye de la redención.

Como puedes ver, si no fuera por el rescate de Dios, un hombre llamado Saulo – cuya misión era perseguir a los cristianos – hubiera vivido toda su vida atado a las cadenas del odio y el legalismo. Pero un día, en una terracería tranquila, el Señor le habló a Saulo desde el cielo y todo cambio. No por su propia fuerza ni su propio poder, Saulo fue transformado en mente, cuerpo, y espíritu para ser el hombre arrepentido y reverente que todos conocemos y amamos como el Apóstol Pablo.

Ser reverente ante Dios es levantarse en temor a Él por todo lo que ha hecho para redimirnos.

¿Cómo podemos reiniciar nuestra reverencia a Dios en el mundo de hoy?

Nos detenemos para recordar. La reverencia aumenta en nuestros corazones y nuestras mentes cuando recordamos cómo Dios nos liberó personalmente de nuestras terrecerías. Después que Dios rescató a los israelitas de la esclavitud, se volvieron impacientes en su jornada en el desierto a la tierra prometida. Ellos olvidaron el rescate y reemplazaron su reverencia a Dios con ídolos.

¿Qué rescates del camino de tierra has olvidado? ¿Qué momentos transformadores tranquilos, tiernos entre tu y Jesús se han borrado con el tiempo?

Piensa sobre estas cosas. Escríbelas. Recuerda los detalles. Confiesa y aclara las cosas que han bloqueado poco a poco tu vista de la majestad y el poder de Dios. Luego, permite que una reverencia pura crezca en tu corazón una vez más.

Respuesta: ¿Qué encuentros grandes o pequeños con Dios te han formado y te han cambiado? Dale las gracias. Dale la gloria. Recuerda el rescate. Comparte tu historia con otra persona.

Versículo: Hechos 9:1-22