Dios es buenoMuestra

LOS EXPLORADORES

El Padre nos invita a la aventura de descubrir su naturaleza. Su ámbito, el Reino de Dios, se esconde para que nosotros lo encontremos. Es un Reino eterno donde necesitaremos toda la eternidad para descubrir lo que Él ha hecho por nosotros.

Fuimos creados a imagen del Señor, el Rey de reyes. Somos de la realeza. Nuestra realeza toma la delantera en nuestra vida cuando vivimos con la convicción de que Él nos ha dado acceso legal a todas las cosas, incluidos los asuntos ocultos, los misterios. Y por eso pedimos, buscamos y llamamos, sabiendo que habrá un descubrimiento. Algunos de los asuntos de este Reino son descubiertos casi sin buscar. Parecen encontrarnos. Todos somos exploradores en busca de lo nuevo, disfrutando lo que ya conocemos y enriqueciéndonos con cada nuevo descubrimiento.

Hay partes de la bondad de Dios que son fáciles de captar al ojo del observador casual. Pero como a Moisés, se nos ha confiado un desafío. Él vio una zarza ardiente que no se consumía por las llamas. La historia registra un detalle muy importante que debería poder ayudarnos en nuestro viaje. El Señor le habló desde la zarza cuando Moisés se acercó a mirar. A veces, enfocar toda nuestra atención en lo obvio desencadena un mayor encuentro con Él, manifestando así una mayor revelación de cómo es Dios. La conclusión a todo esto es que nunca podremos descubrir algo importante por nuestros propios medios. Tiene que sernos revelado. En otras palabras, ningún descubrimiento es el resultado solamente de nuestra disciplina y determinación. Como buen administrador, el Señor les da estos dones a quienes hayan aceptado su invitación a pedir, buscar y  llamar. El Señor, que es bueno, nos ha invitado a clamar a Él. Y prometió respondernos en una manera que va más allá de todo aquello que pedimos.

Dios nos ha dado acceso a lo inaccesible. ¡Qué promesa más incomprensible! Está fuera del alcance de nuestras habilidades, carácter o formación. Carecemos de todo lo necesario para poder comprender aquello que existe en el ámbito denominado “la bondad de Dios”. Pero Él nos dio algo que hace posible lo imposible. Nos dio la llave a lo inaccesible. Él mismo es esa llave. Por su nombre tenemos acceso a todo lo que era inaccesible para nosotros. La invitación viene por parte de su bondad. Nos invita a clamar a Él, y abre la puerta para contestarnos en una forma que va más allá de nuestra expectativa e imaginación. Fuera de Él no hay bondad, por ende, nuestro viaje es el descubrimiento de la persona de Dios: aquel cuya bondad inaccesible es ahora accesible por la invitación y la promesa de dejar que nosotros lo encontremos.