Patas para arribaMuestra

El personaje que está lejos

Mientras el fariseo se llena la boca hablando de sí mismo, el recaudador de impuestos ha llegado al límite, al quebranto. Resulta fascinante la forma en que Jesús describe en detalle el lenguaje corporal.

El fariseo está de pie, atrayendo la atención de los demás hacia sí. Pero este hombre está “lejos”, “a cierta distancia”. Cuando actúas y eres el protagonista del espectáculo, nunca te ubicas lejos o a la distancia.

Luego leemos que el recaudador de impuestos ni siquiera levantaba la mirada al cielo. ¿Qué nos dice esto? Que está consciente de que es indigno ante Dios. Vemos que “se golpeaba el pecho”. Esto no es de la boca para afuera; no es un ritual automático. Este hombre está llorando su pecado. Y su oración es de pocas palabras, pero son palabras que pintan una imagen de humildad, de oración que proviene desde adentro. Este hombre ha ido al templo para un encuentro real con Dios y no importa ninguna otra cosa.

El fariseo piensa que el mundo entero es un escenario y que él es el actor que interpreta un papel que Dios admirará y aplaudirá. No solo sigue las reglas, sino que, en realidad, suma algunas nuevas a la lista. Es puntilloso en su piedad, y a medida que escala cada vez más alto, va pisando la cabeza de los que quedan debajo.

Pero no logra impresionar a Dios. Porque ÉL quiere que nosotros nos sentemos en las butacas del teatro, no que estemos en el escenario. Quiere que contemplemos su gloria, porque no hay otra gloria más que la suya. El recaudador de impuestos lo entiende. Nos muestra el quebranto, el fin del yo, y se presenta así, humillado por la majestad de Dios y rogando misericordia y gracia porque reconoce el costo de su pecado.

Jesús llega al final de la historia y califica a cada uno. Al experto religioso le pone un palazo, pero al quebrantado que apenas balbucea su oración le da la mejor calificación.

Ese recaudador de impuestos cuya oración era de dolor, “volvió a su casa justificado ante Dios. Pues todo el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”(Lucas 18:14).