[Sanidad] La Conexión Entre La Mente Y El CuerpoMuestra

De la desesperanza a la esperanza

Cuando Dios nos creó, lo hizo de una forma holística. La Biblia nos describe como alma, cuerpo y espíritu. No se puede diseccionar a un ser humano y separar las tres partes. Todo está interconectado. De allí viene la palabra holístico; tiene relación con que se cree que todas las partes de algo están íntimamente conectadas y solo se pueden explicar refiriéndose al todo. No podemos separar los efectos de lo que vivimos y pensamos de nuestro bienestar físico. La Biblia nos dice en Proverbios 4:20–22 (NVI): «Hijo mío, atiende a mis consejos; escucha atentamente lo que digo. No pierdas de vista mis palabras; guárdalas muy dentro de tu corazón. Ellas dan vida a quienes las hallan; son la salud del cuerpo». Allí hay una conexión entre la mente y el cuerpo.

Lo que pensamos afecta nuestros cuerpos físicos. La fe es la sustancia de las cosas que esperamos. La esperanza es como un refugio que nos protege del adversario. Es el ancla de nuestra alma. Cuando nuestros pensamientos cambian, nuestros cuerpos cambian. Nuestras convicciones, sean positivas o negativas, impactan cada área de nuestras vidas. Norman Cousins, autor, profesor y periodista, por diez años llevó a cabo una investigación acerca de la bioquímica de las emociones humanas, las cuales el creía que eran la clave para la lucha de los seres humanos contra las enfermedades. El creía firmemente que si alguien encuentra un paciente con un diagnostico terminal, y le da un reporte negativo, la desesperanza llenará su mente y su sistema inmunológico no dará batalla a la enfermedad. Sin embargo, si se pone a un sobreviviente del mismo diagnostico al lado del paciente, y pueden ver que hay esperanza, su sistema inmunológico comenzará a dar batalla. Pasarán de la desesperanza a la esperanza. Una vez más podemos ver la conexión entre la mente y el cuerpo.

Muchos expertos médicos están de acuerdo con que nuestros pensamientos tienen un impacto asombroso en nuestra salud. Un corazón alegre, contento, optimista, y entusiasmado, es bueno como la medicina, pero la desesperanza seca los huesos. El Dr. Herbert Benson dice que: «Los pensamientos negativos llevan al estrés, lo que afecta la capacidad natural que tienen nuestros cuerpos para sanarse». En muchos lugares en la Biblia encontramos a Jesús hablando de la esperanza y la fe. No podemos tener fe sin esperanza. Nuestros pensamientos son como filtros en una cámara de fotos, que cambian la manera en la que vemos el mundo. Nuestra biología, nuestros cuerpos físicos, se adaptan a esas creencias. En Marcos 5, vemos a una mujer con un flujo de sangre, quien pensó que, si lograba tocar a Jesús, sería sana. Esa mujer ya había visto en su mente que iba a ser sana. Se lo había dicho a si misma antes de que pasara. Y fue sana. La fe es la sustancia de las cosas que esperamos. Cuando comprendamos el poder de lo que creemos, cambiaremos nuestras convicciones a todo lo positivo.

Nuestro cuerpo físico no puede distinguir entre una escena real y otra vivida en nuestra imaginación. Podemos estar en algún lugar y verlo físicamente, o cerrar nuestros ojos y verlo en nuestra imaginación, y tendrá el mismo efecto en nosotros. ¿Has escuchado eso alguna vez? Lo hacemos con la preocupación todo el tiempo. Lo hacemos a la inversa. La preocupación es simplemente algo negativo reproducido en nuestra imaginación. Nuestro miedo aumenta, nuestro nivel de estrés aumenta, nuestra presión sube. Allí vemos la conexión entre la mente y el cuerpo. Podemos pasar de la preocupación y miedo a morir, a una confianza y esperanza en vivir. Esto le da a nuestro cuerpo una oportunidad de promover la sanidad. El estrés desaparece, y llega la paz de Dios.