EL DÍA MAS OSCURO

Escrito por Danny Saavedra

“Luego volvieron a casa y prepararon especias aromáticas y perfumes. Entonces descansaron el sábado, conforme al mandamiento.” —Lucas 23:56 (NVI)

¿Alguna vez has perdido a un ser querido? De niños, la idea de perder a alguien era casi insostenible, pero a medida que envejecemos, la muerte se vuelve más real: cuanto más lo pensamos, más nos enfrentamos a ella y más tenemos que sufrirla cuando se trata de aquellos que amamos. 

Aunque no eran niños, probablemente sea cierto el asumir que los discípulos no se podían imaginar un escenario en el que su Maestro seria crucificado, Él, quien curó a los ciegos, caminó sobre el agua, calmó las tormentas y resucitó a los muertos. Y a pesar de que Jesús les dijo repetidamente que sería entregado en manos de los líderes religiosos y que sería muerto, todavía parecían no comprender sus palabras. ¿Por qué? Porque creían que Él era el Mesías. Y en su visión limitada de la Palabra de Dios, a través del lente de sus vidas de opresión y cautiverio, esperaban que el Mesías vendría a establecer Su reino aca en la tierra. Y lo que sucede con un reinado terrenal es que los reyes deben estar vivos para gobernar. 

Después de que acababan de presenciar a Jesús montado en un burro y entrando a Jerusalén como héroe conquistador, como se había predecido, la gente estaba en un alto grado de euforia adorando a Jesus.  Parecia que si no estaban seguros de Él antes, definitivamente lo estaban ahora. Creían que habían llegado a Jerusalén con Jesús para verlo liberarlos de sus captores romanos, reclamar el trono de David y establecer un reino eterno para el pueblo de Dios, Israel.

Pero entonces, ocurrió el peor escenario posible. Unas horas después de celebrar la Pascua juntos, Jesús fue traicionado por Judas, arrestado, burlado, golpeado, juzgado, llevado ante Pilato, azotado brutalmente, condenado a ser crucificado, obligado a cargar su (nuestra) cruz y clavado en la cruz. 

Unas horas después, Jesús dijo: “¡Consumado es!” y “entregó su espíritu” (Juan 19:30 RVR60). Fue enterrado inmediatamente después de morir, ya que el sábado se aproximaba. Y aunque fue enterrado en la tumba de un hombre rico, una tumba que nunca se había utilizado (Lucas 23: 50–54), a Jesús no se le dio un entierro adecuado. ¿Sabías que los discípulos ni siquiera pudieron realizar un funeral para Jesús porque era sábado? 

Entonces, ¿Qué imaginas que hicieron el sábado más oscuro? ¿Se sentaron juntos y hablaron sobre lo que Él significaba para ellos? ¿Quizás recordar lo grandioso que fue?, es posible. Pero después de todo lo que vieron y pasaron, es más probable que simplemente se sentaran en silencio de la misma manera que lo hicieron Job y sus amigos (Job 2:11-13), angustiados e inconsolables, hundiendose en desesperanza, miedo, confusión e ira. Sin duda alguna debio haber sido el día más oscuro y vacío de sus vidas, y verdaderamente fue el día más oscuro y vacío de la historia del mundo. Fue un día entero donde la gracia, la verdad, la paz, la esperanza y el amor fueron sepultados.

 Pero aquí está lo hermoso: siempre el cielo es oscuro antes del amanecer, y el amanecer ya se acercaba y no solo el amanecer de un nuevo día, sino de una nueva era y de una nueva promesa. Un nuevo pacto ya estaba en camino como un amanecer incomparable, brillante y glorioso. 

“¡Consumado es!” no fue el final de la historia porque la tumba no pudo contenerlo. Al tercer día, la piedra fue removida, ¡Y el Mesías se levantó nuevamente! Conquistando la muerte, El nos liberó de las cadenas del pecado. Su muerte y resurrección nos dan vida. Y no solo la vida eterna (Juan 3:16), sino una verdadera vida aquí, ahora (Romanos 8:11); Una vida de plenitud (Juan 10:10). 

La Pascua se trata del momento en que realmente comenzamos a vivir, es el momento en que morimos al pecado, a la muerte y a la destrucción y somos espiritualmente traídos a una verdadera vida. En ella experimentamos Su presencia, poder, paz, gracia y el amor de Dios a través de Cristo. “Así como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, nosotros también podemos vivir una vida nueva” (Romanos 6: 4 NVI). 

Mañana por la mañana, cuando te levantes de tu cama, hazlo sabiendo que Cristo se levantó de la tumba y porque Él lo hizo, Jesús ESTÁ vivo, ¡y nosotros también vivimos en Él!