Actitudes para cultivar y fortalecer la vida de fe Muestra
Abram, pues, removiendo su tienda, vino y moró en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí altar a Jehová. Génesis 13:18
Al revisar la vida de Abraham, podemos observar cómo se entrelazan la comunión e intimidad con Dios (evidenciada en la vida de altar de Abraham – Génesis 13:18; Génesis 22:9; Génesis 26:25), con la obediencia a Él. La intimidad con Dios nos permite conocerle mejor a Él, tener comunión y compañerismo con Él. Esa comunión se traduce en confianza en Dios, y eso favorece la vida de fe. ¿Cómo confiar en Dios si no le conocemos desde la experiencia que provee la comunión? La intimidad con Dios y la obediencia de Abraham a Dios no son hechos aislados de su fe. Su intimidad y obediencia a Dios son la base, sustento y causa de la fe de Abraham.
Ciclo de la intimidad, la obediencia y la fe
Obedecemos a Dios, luego Dios trae intimidad a nuestras vidas. Crecemos en intimidad con Dios, luego esto nos hace más cercanos a Dios, de modo que confiamos más en Él, y esto nos hace más propensos a obedecer. Luego, Dios nos estimula trayendo más revelación e intimidad con Él como recompensa a nuestra obediencia. Al recibir más revelación e intimidad de Dios, más obedecemos y más crece nuestra fe, porque la fe obra por la obediencia.
La fe crece en la medida que obedecemos y ganamos intimidad con Dios.
La fe implica relación y comunión; lo contrario a religiosidad. La religiosidad es liturgia, rutina, un deber sin disfrute, un deber sin relación y conocimiento experiencial con Dios. Los escribas y fariseos eran profundamente religiosos, pero carecían de comunión y vida relacional con Dios. Sabían mucho de historia y doctrina del Antiguo Testamento, pero no conocían a Dios desde el punto de vista relacional y experiencial, por lo tanto, eran incapaces de obedecer a Dios, y carecían de fe.
¿La comunión, intimidad y obediencia a Dios forman parte de tu vida cotidiana?
Escrituras
Acerca de este Plan
Nuestra fe está conectada a nuestra relación con Dios. Tan fuerte e íntima como sea nuestra relación con Dios, así será nuestra fe. Nuestro nivel de relación con Dios determina nuestro nivel de fe. Hay tres actitudes que contribuyen a cultivar la relación con Dios y, por ende, fortalecer la vida de fe. Estas tres actitudes son: la obediencia, el amor y la devoción por la palabra de Dios.
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Nos gustaría agradecer a Arnoldo Arana por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://vidaefectiva.com/