Actitudes para cultivar y fortalecer la vida de fe Muestra

Gálatas 5:6 dice:”…la fe obra (actúa) por el amor”.

La fe obra por el amor

Sin amor, la fe no crece. Por lo tanto, si queremos desarrollar fe, necesitamos permanecer en el amor de Dios.

¿Y cómo permanecemos en el amor de Dios? 

Haciendo lo que Dios nos manda. El amor a Dios se demuestra a través de la obediencia a Él. Jesús dijo: “Si guardaréis mis mandamientos permaneceréis en mi amor” (Juan 15:10). “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos” (1 Juan 5:3). A su vez, la obediencia a Dios se demuestra amando. Jesús dijo: “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros, así como yo os he amado” (Juan 15:12). 

En la vida espiritual, el amor y la obediencia se implican recíprocamente. No hay amor sin obediencia y no hay obediencia sin amor. Obedezco a Dios porque le amo y, por cuanto amo a Dios, le obedezco. El amor se expresa en la decisión de obedecer a Dios y la obediencia se pone de manifiesto a través de una actitud de amor. 

Quien verdaderamente ama a Dios, está dispuesto a sujetarse en obediencia a Él. Cuando, entonces, obedecemos, crecemos en amor a Dios. Y este amor se traduce en amor a otros. Y la consecuencia final es que nuestra fe se ve fortalecida. 

Ahora, el amor implica decisiones y elecciones que honran a Dios, y eso sólo ocurre cuando esas decisiones y elecciones se sujetan a la voluntad de Dios a través de actos de obediencia a lo que Dios ha revelado en su palabra. El amor a Dios y a otros no es un mero sentimiento, es una elección y decisión. Y, cuando esa decisión o elección privilegia la voluntad de Dios, es contada como un acto de obediencia a Él.  

¿Practicas la obediencia a Dios como un acto de amor a Él?