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Falsificación versus cristianos reales

¿Alguna vez te ha engañado un imitador? Se ven, se visten y se mueven como Michael Jackson, Britney Spears o Justin Bieber, pero no son ellos. A veces te pueden engañar haciéndote creer que son los verdaderos. Sin embargo, si miras de cerca y con el tiempo suficiente, verás que algo no está bien. Es muy divertido y entretenido verlos. Mientras el imitador esté actuando en un espectáculo, todo está bien.

Pero, ¿Qué sucede cuando nos encontramos con verdaderos imitadores de la vida, gente que mira y actúa de cierta manera, pero son engañadores de clase mundial? Una vez que termine la diversión, podríamos encontrarnos a nosotros mismos en una posición peligrosa y vulnerable.

En la primera carta de Juan, el apóstol trata con imitadores espirituales. Escribe a una iglesia colocada en la actual Turquía, advirtiéndoles sobre las personas que están en la congregación engañando y causando divisiones entre ellos.

Estos falsos cristianos afirmaron conocer a Dios, pero sus acciones lo negaron. Juan aborda el problema de las personas que dicen conocer la luz (Dios) pero caminan en tinieblas. Esto es importante para nosotros porque vivimos en un tiempo, una época y una cultura llena de personas que se hacen llamar cristianos, pero no lo son. Y lo que es más importante, el peligro que Juan ve es que podríamos estar engañando no solo a los que nos rodean, ¡sino incluso a nosotros mismos!

¿Caminamos alineados con la Palabra de Dios o estamos siguiendo los caminos del mundo? ¿Son el reino de Dios y su voluntad una prioridad en nuestra vida, o nos preocupamos más por lo que nuestros amigos, familia o cultura dicen que debe ser nuestra vida? Juan dice: «Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros» (1 Juan 1:8 NBLA). Cuando Dios viene a nuestras vidas, todo está expuesto y revelado; no podemos ocultarle nada. La comprensión de quién es Dios nos lleva a entender que somos grandes pecadores y que necesitamos desesperadamente un Salvador.

Los verdaderos cristianos son conscientes de su pecado y entienden que Dios tuvo que proporcionar la solución a nuestro problema porque no podíamos salvarnos a nosotros mismos. Deja que esa verdad se asiente y te examines a ti mismo, siempre teniendo en cuenta que Jesús te amó y dio su vida para que tú y yo pudiéramos tener comunión con él para siempre. ¡Caminemos en la luz!