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No esperes a sentirte bien. 

Si esperas a “sentirte bien”, muchas veces no harás lo que tienes que hacer. 

Todos en algún momento sentimos que nuestro ánimo está decaído, que no tenemos ganas de hacer algo o no sentimos el mismo nivel de compromiso que teníamos cuando empezamos algo, sin embargo, si queremos lograr algo no podemos dejarnos llevar por nuestro estado emocional. 

Mostramos nuestro mejor carácter cuando, a pesar de cómo nos sentimos, somos capaces de sostener nuestros compromisos, logramos las metas propuestas, atendemos las tareas que debemos atender. Cuando día a día somos responsables con nuestros deberes, y además lo hacemos de la mejor manera y con la mejor actitud posible. 

Sabemos que hay días buenos y días malos, pero no se trata de lo bueno o lo malo del día, se trata de lo que sucede en nuestro corazón, de nuestra madurez, de nuestra sensatez y nuestro compromiso. 

Es difícil reconciliar la idea de que le pidamos a Dios que bendiga lo que haremos y después lo hagamos de mala gana ¿Cómo puede Dios bendecir eso?

El que se deja llevar por el vaivén de las emociones, terminará por no concretar nada, será inconstante y al ser así, no será confiable. La inconstancia es un mal que puede inundar el corazón de rápidamente, que no se ve, pero crece rápido. 

La inconstancia puede mostrarse de muchas formas, por ejemplo, iniciar algo y no terminarlo, empezarlo y perder el ritmo, bajar la pasión con la que lo hacemos, disminuir la calidad de lo que hacemos o la consistencia con la que lo hacemos. 

En una ocasión escuche a alguien diciendo que un gran chef no es aquel que puede preparar un gran plato sino aquel que puede prepararlo bien una y otra vez.

Si quieres una vida que tenga frutos, aprende a ser constante.