Amada Por El Dios Que Me VeMuestra

Dios ve nuestro dolor

El Señor reveló este nombre a una mujer llamada Agar en la Biblia. Ella era una sirvienta egipcia que trabajaba para una mujer estéril llamada Sarai. Sarai decidió tener un hijo pidiéndole a su esposo que se acostara con Agar. Sarai luego maltrató a Agar mientras estaba embarazada, hasta el punto que ella se escapó al desierto. Allí, ella descubriría que aún en nuestros peores momentos, alguien nos ve. 

Dios vió a Agar en su momento de angustia y desesperanza profunda. La mirada de Dios se hizo voz y luego se transformó en presencia y propósito. Tal fue el asombro de Agar que a partir de ese día utilizó para referirse al Señor otro nombre, ella dijo: “tú eres el Dios que me ve”. 

A simple vista no parece una expresión significativa para describir a Dios, pero no tenemos que menospreciarlo, este nombre es un fuerte fundamento para decir que nuestro Dios es el Dios de la esperanza. 

¿No es frecuente el sentimiento que nos lleva a pensar que nadie mira nuestro dolor? 

Cuando en nuestros pensamientos comenzamos a escuchar la voz que nos dice que lo que nos pasa no le importa a nadie y que no somos objeto de atención para ninguna persona, está para nosotros “el Dios que nos ve”.

Recuerdo que cuando terminé de charlar con el Pastor, ya concluyendo me dijo: 

“María, tú no estás sola. Tal vez en el fondo de tu corazón, viniste para acá con la intención de poner a prueba a Dios a ver si de verdad estaba contigo. Creo que te lo ha demostrado hoy.” 

Era cierto, yo anhelaba una señal de parte de Dios para saber que me acompañaba. Esa señal me fue dada. 

A veces tenemos la imagen de un Dios lejano y ajeno a nuestra vida y realidad. Un Dios que nuestras debilidades y sufrimientos no lo pueden tocar. Pero la Biblia revela que Jesús en su forma humana pasó por todo lo que podemos estar pasando ahora mismo y por eso puede compadecerse de los hombres y mediar por ellos. 

¿Has llorado? Jesús también. ¿Has sido traicionado? Jesús también. ¿Te han rechazado? A Jesús igual. Porque Él ha pasado todo eso es que puede entenderte perfectamente. Jesús no te mira de lejos, sin saber cómo te sientes. Lo sabe muy bien, se pone en nuestros zapatos y siempre está dispuesto a ayudarnos.