Amada Por El Dios Que Me VeMuestra

Dios ve más allá de nuestro pecado, ve a la persona con propósito que Él creó. 

Respuestas como “estoy bien”, “no me pasa nada”, “no me importa”, “eso no me afecta” no siempre son ciertas. Los seres humanos somos increíblemente hábiles para construir muros, esconder las cosas en rincones oscuros y hacer de cuentas que jamás sucedió nada. 

Los motivos por los que ocultamos nuestros sufrimientos y problemas son diversos, pero podemos resumirlos diciendo que mostrarse vulnerable es muy arriesgado. 

Sin embargo, es maravilloso el saber que tenemos un amigo como Jesús al que no tenemos nada que esconderle. De todos modos, Él ya lo sabe todo y aún así siempre nos ama y acepta a pesar de nuestros errores. 

En mi charla con el Pastor le confesé sobre las mentiras que había mantenido: cómo llegué a tener una doble vida, cómo oculté mi primer noviazgo y con ello lastimé a la persona que amaba, el hecho de que mis padres no aceptaban a mi novio y decidí engañarlos, como un grupo de la iglesia descubrió ese secreto y me rechazó haciéndome sentir como una joven sucia que no merecía a un buen chico cristiano…en fin, le confesé que estaba enojada con la iglesia y sobretodo conmigo misma y que no podía perdonarme por mi falta de honestidad y por no haber tenido la valentía de defender mi amor. 

Después de sacar a relucir todos mis pecados a la luz, callé sin saber que sucedería. Por un momento tuve miedo. Tal vez sería juzgada otra vez. Pero Dios utilizó al Pastor para recordarme como Él siempre ve nuestro pecado y lo desaprueba obviamente pero, no nos condena, sino que al contrario, nos sigue amando y nos lleva al arrepentimiento y redención. 

Así paso con la mujer Samaritana. Jesús le pidió: “Ve, llama a tu marido, y ven acá”, ante lo cual, ella se sintió muy avergonzada y le respondió: “No tengo marido”. A esto Jesús contestó: “Bien has dicho: no tengo marido; porque cinco maridos has tenido y el que ahora tienes no es tu marido”. Me imagino a esta mujer levantando los ojos nerviosamente para mirar a Jesús en espera del desdén habitual que le mostraba todo el mundo, pero ella no vió condena en su mirada, sino algo más. Él sabía acerca de su pecado, pero no miró hacia otro lado ni retrocedió para distanciarse de ella.

Hermoso.