EL EVANGELIO DEL ESPÍRITU

Lucas enfatiza tres cuestiones que están íntimamente relacionadas: la alegría, la oración y la obra del Espíritu Santo. De todos los Evangelios, el suyo es el que registra más material de la enseñanza de Jesús sobre estos temas.

Lucas utiliza expresiones de gozo y de regocijo muchísimas veces. Además, presenta palabras que se refieren a la invitación de Jesús a una alegría exaltada (6.23), a la risa (6.21) y al festejo (15.21-24).

En las tres parábolas de Lucas 15, hay un componente de regocijo cuando algo perdido es encontrado.

El relato de Lucas 19 cuenta que Zaqueo se apresuró a bajar del árbol donde estaba subido, para recibir «gozoso» a Jesús en su casa (v. 6).

El Evangelio comienza y termina con alegría y regocijo. Después de la ascensión, los discípulos adoraron al Señor y «volvieron a Jerusalén con gran gozo» (24.52).

Lucas también registra nueve oraciones de Jesús, que están asociadas con eventos importantes de la vida del Señor. Jesús apreciaba los lugares quietos y solitarios para orar y meditar, pues, la oración era central en su ministerio.

Además, Lucas pone un fuerte énfasis en el Espíritu Santo, señalando que Jesús comenzó su ministerio en el poder del Espíritu (4.14). El mismo don del Espíritu es prometido a los discípulos (24.49), lo cual es una clara referencia al día de Pentecostés.

El lazo que une la alegría y la oración persistente en la vida y en el ministerio de Jesús es el Espíritu Santo. Del mismo modo, el Espíritu es la fuente de toda alegría y quien inspira la oración en la vida de todo creyente.

Así, el Espíritu Santo hace morada en el creyente y comienza a producir gozo desde adentro. Una persona que vive llena del Espíritu es una persona alegre por naturaleza.

El Espíritu Santo también nos impulsa a la oración. Nosotros no sabemos qué pedir, pero «el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles» (Romanos 8.26).

Solo cuando somos llenos del Espíritu, la alegría de Jesús nos desborda y nos sentimos motivados para la oración.