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¿Quién en tu vida puede ser difícil de amar? Tal vez sea un hermano o una hermana, un padrastro o madrastra, ese compañero de equipo problemático o ese niño que se sienta a tu lado en matemáticas. Aunque no lo creas, Dios puede utilizar a esa persona para hacer que tu fe crezca. Aprender a amar a esas personas que nos resultan difíciles de amar o incluso de llevarnos bien puede ayudarnos a parecernos más a Jesús. Y cuando hacemos el esfuerzo de amar aunque sea difícil, estamos dando un paso hacia nuestro crecimiento en la fe y en el amor a los demás, ¡dos cosas que Jesús nos muestra cómo hacer muy bien!

Hoy, habla con tu grupo pequeño sobre algunas de las formas en las que Jesús mostraba su amor a los que le rodeaban. Luego, piensa en cómo puedes hacer lo mismo con otras personas en tu vida, ¡incluso con aquellas que no te lo ponen fácil!