No Te Quedes Con Las Ratas Muestra
SU GRACIA
Es imposible hablar de pecado sin incluir la gracia, por años hemos malinterpretado la gracia, confundiéndola con libertinaje, cuando nunca ha simbolizado tal cosa. Lo primero que debemos saber es que cuando hablamos de pecado sin mencionar la gracia, estamos recurriendo al legalismo, no hay nada en el mundo que podamos hacer para ganar lo que una vez perdimos en aquel huerto, pero si de algo se trata esta historia de Dios y el hombre, no es del hombre corriendo tras de Dios, sino de Dios corriendo tras el hombre.
Al leer la historia de cómo entró el pecado a la humanidad, hubo un parte que me conmovió hasta las entrañas, hasta el punto de hacerme llorar, y es ver como Dios a pesar de ser traicionado, herido, Aquél a quien le habían fallado, aunque sabía que ya no podía romper Su propio mandato, y Adán y Eva debían pagar las consecuencias por su accionar, aun así, después de leer Su sentencia, los vistió y les dio un nuevo destino. Su corazón de Padre era incapaz de abandonar aquellos hijos que con tanto amor había creado. No los desamparó, no los abandonó, no les negó Su amor, no los dejó en desnudez (marca de su vergüenza), los cubrió, les hizo ropa y los vistió con Sus propias manos, dime: ¿No es esto amor?
Durante toda la Biblia vemos un Dios, que intenta de una u otra manera devolverle al hombre aquello que por su propia decisión había perdido, la vida, la salvación, la eternidad.
En una ocasión, mi hijo Adif estaba en su área de juegos, como siempre lo hacía, con tan solo un añito de edad, logró abrir la puerta (todavía nos preguntamos: ¿cómo lo hizo?) y salió de casa sin mayor reparo; al sentir el aterrador silencio al cual todos los padres tememos, decidí verificar qué estaba pasando, cuando llegué y vi la puerta abierta mi corazón se enfrió a tal punto que pensé que ya no estaba dentro de mí, tenía la camisa abierta porque me estaba cambiando, y ni siquiera pensé en eso, salí despavorida por todo el residencial pensando que lo peor le había pasado a mi pequeño, busqué en los alrededores y al no verlo comencé a correr como loca, y mientras corría hacia la salida, pude ver que el guardián del residencial lo traía en sus brazos y en ese momento sentí que mi corazón regresó a mi pecho. Lloré y abracé a mi niño con mucha fuerza, sin reclamarle, sin reprocharle, solo sentía la necesidad de cargarlo en mis brazos y apretarlo tan fuerte para que no se me escapara de nuevo, con esa dulce sensación de encontrar aquello que tiene el mayor valor en mi vida y que por un momento pensé que lo había perdido.
Fue la primera vez que la parábola del hijo pródigo tomó tanto sentido para mí, fue como leerla nuevamente, experimentando lo que sintió aquel padre al ver a su hijo regresar. Salvando la distancia, imaginé por lo menos un poquito, lo que sintió Dios cuando dijo: ¿Adán dónde estás?
¿Sabes algo? Pensamos que la parábola del hijo pródigo solo trata de aquellos que se apartan del camino mucho tiempo, de aquellos que se van de la iglesia, pero todos somos pródigos cuando pecamos, día tras día necesitamos resetear nuestra vidas, solicitando el perdón de Dios por nuestros pecados. De esto se trata la gracia, de amar, no dejar de hacer algo porque vas a recibir una consecuencia negativa y porque tienes miedo de hacerlo porque te pasará algo malo. La gracia se trata de saber que puedes hacer algo y no lo haces tan solo porque amas tanto a esa persona que no quieres herirla, que has recibido tanto amor de esa persona que no concibes un momento en el que puedas romper su corazón con la traición.
Escrituras
Acerca de este Plan
El pecado nos envuelve, nos destruye, dice la Biblia que su consecuencia es la muerte. Es un tema que la mayoría evitamos, pero es inherente a nuestra humanidad. Acompáñame a ver las consecuencias del pecado, sin dejar atrás la manera en que la gracia de Jesús nos salva y nos redime.
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Nos gustaría agradecer a Maji Phaneer por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: http://www.majiphaneer.com/