La Importancia de la OraciónEjemplo

Semana 4 - Día 5

Más allá de lo que Pides o Piensas

Lectura: Juan 1:16; Efesios 3:20–21

DEVOCIONAL: Juan 1:16; Efesios 3:20

De su plenitud ya hemos recibido todos, y gracia sobre gracia

Y a aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros

Dios nos ha dado bendiciones increíbles a través de Cristo. Nos ha dado, por Su gracia, muchos dones de la plenitud de quien es Cristo, el Hijo de Dios. No solo eso, los dones que Él continúa dándonos están mucho más allá de todo lo que podemos pedir o pensar. Él no solo nos da estos increíbles dones, sino que responde nuestras oraciones de maneras que van más allá de todo lo que podemos comprender. Dios nos regala generosamente de Sí mismo. Él nos dio a Su Hijo, Su Espíritu, Su amor y Su presencia.

De los abundantes dones que Dios nos ha dado, también estamos llamadas a tener un corazón generoso. Debemos compartir todo lo que se nos ha dado con los demás. Cuando damos, cuando vivimos una vida generosa, nuestras vidas reflejan la generosidad de nuestro Dios. Dios es glorificado cuando damos de la abundancia que nos ha dado. Eso no siempre significa dinero, tiempo o talentos: podemos dar compasión, gracia, paciencia, amor y gozo a los demás a partir del desbordamiento de lo que se nos ha dado por medio de Cristo.

Dar en sacrificio nuestro amor, oraciones, dinero, tiempo y talentos muestra cómo confiamos en que el Señor continuará proveyendo para todas nuestras necesidades. Cuando nos aferramos a nuestros recursos y bendiciones, estamos limitando lo que Dios hará por nosotras. Cuando somos generosas con lo que es de Dios de todos modos, dejamos espacio para que Él nos sorprenda, vaya más allá y nos dé más de lo que podemos pedir o pensar.

¿Hay áreas de tu vida en las que puedes reflejar la generosidad de Dios? ¿Le pedirás a Dios hoy que te ayude a confiar en que Él repondrá todo lo que regalas?

Oración

Dios Padre, eres mi generoso Proveedor. Señor, perdóname cuando me niegue a Ti y aTu pueblo. Señor, perdóname cuando dejo que la duda y el miedo me impidan darte todo, sacrificarme y compartir. Gracias, Señor, por seguir entrando una y otra vez en mi vida a pesar de mis fallas y mi aprensión. Gracias por darme todo de manera generosa, desinteresada e incondicional. En el nombre de Jesús, amén.