Alabanza... No Címbalo Que ResuenaMuestra

El Más Preciado Don

Después de haber tenido un encuentro con Jesús, de haber recibido su perdón, su salvación y el sello del Espíritu de Dios; tenemos como principal propósito, ser testigos de su amor. Es el más preciado don que podemos poner por obra, es la misión más relevante que hayamos podido recibir de parte del Señor, es el propósito de mayor impacto espiritual que podemos ejercer.

Podríamos sabernos la Biblia al derecho y al revés, tener una fe que mueve montañas, hacer milagros, hablar cantidad de idiomas e incluso lenguas angelicales, tener mucho conocimiento de la Palabra, orar incasablemente, hacer grandes obras de caridad, etc. en pocas palabras, ser, hacer y tener todo lo que Dios nos permitiera. Sin embargo, el amor que hemos recibido cobra mayor valor para Dios, porque si hiciéramos todo lo mencionado pero no lo ponemos por obra con amor, ninguna de estas dádivas la presentaríamos como sacrificio vivo ante Dios. Es decir, el amor implícito en cada cosa que sabemos, hacemos y tenemos es lo que potencia la verdadera adoración de nuestra parte hacia el Señor, porque es en la administración de lo que Él nos da, donde se evidencia la entrega y el sacrificio para agradarlo en espíritu y en verdad.

Cada conocimiento que Dios nos permite adquirir tiene un propósito, con cada don y talento que nos permite desarrollar y poner por obra, hay un propósito; el propósito es que demostremos el amor que hemos recibido de su parte. Hemos sido dotados de los recursos que necesitamos para cumplir con ese propósito a través de la entrega en sacrificio que sufrió Jesús, por amor.

Jesús usó todo lo que el Padre le dio para demostrar el amor que sentía hacia Él, entregándose en obediencia total, usando todo lo que tenía de su parte para glorificar su Nombre. La manifestación del amor hacia el Padre se hizo efectiva cuando manifestó ese mismo amor a quienes no lo merecíamos, padeciendo un sufrimiento que no merecía.

Dios nos hace el llamado para que a través de Cristo Jesús, del poder de su Espíritu y de todo lo que nos ha entregado, podamos testificar de su amor dándolo y demostrándolo a quienes hay a nuestro alrededor; en primer lugar, a nuestros hermanos, en segundo lugar, a quienes no han conocido a Jesús.