Cuando te toca perder

Como dijimos ayer, una de las peores pruebas que podemos pasar, peor que las de física o de historia, son las pérdidas. Pero no hablamos de cuando perdés una vida en tu videojuego favorito o cuando perdés el colectivo que te lleva a la escuela. Las pérdidas a las que nos referimos tienen que ver con la terminación de algo significativo que en un momento tenemos y de pronto ya no lo tenemos más.

Podemos perder amigos, o familiares, proyectos, sueños, ideas, buenos hábitos, nuestra reputación o hasta algo material. Los psicólogos hablan de “duelo”, que es en realidad el dolor que sentimos por perder algo.

¿Qué pérdidas tuviste en tu vida? ¿Cuál fue tu reacción en cada una?

Para muchos de nosotros, la primera reacción frente a la pérdida es intentar evitar el dolor, mirar para otro lado, hacer de cuenta que no está ahí, esconderlo lo más posible de los demás... ¿Hay algún duelo al que le estés escapando en este tiempo?

Eclesiastés 3:1-10 dice que hay un tiempo para todo, por ejemplo, para llorar y para reír. Enfrentar la pérdida es que te des el espacio para llorar y estar triste, entendiendo que hacerlo es parte del proceso de superarla.

La cultura nos dice “no llores”, nosotros decimos “no quiero llorar”, pero la mirada de Eclesiastés te propone algo revolucionario: ¿Qué tal si pudieras decir “es tiempo de llorar”?

El Salmo 34:18 dice: “El Señor está cerca de los que tienen quebrantado el corazón; Él rescata a los de espíritu destrozado”. Esto es hermoso, porque la Biblia te asegura que si estás en el valle de la pérdida y sentís el corazón roto o tu ánimo destrozado no estás solo, no estás sola... Jesús está cerquita tuyo.

El valle de las pérdidas termina en algún momento. Quizás eso no signifique recuperar lo que perdiste, pero sí que tu corazón sane, y que el dolor quede atrás, para poder avanzar hacia nuevas aventuras.

Los discípulos de Jesús experimentaron la terrible pérdida de su maestro y amigo de vida. Pero antes de morir, Jesús les había dicho: “Es mejor que yo me vaya, para que venga el Espíritu Santo” (Juan 16.7). Los discípulos pasaron por el valle de la pérdida cuando murió su maestro y amigo, pero después de eso pudieron experimentar y disfrutar al Espíritu Santo 24/7, sin la necesidad de que Jesús estuviera físicamente con ellos (¡ese mismo beneficio lo tenemos nosotros también!) osea que, al final de esa pérdida, todos salimos ganando.

Los duelos terminan una vez que los atravesamos, no escapando de ellos. Te animamos a que, cuando te toque enfrentar pérdidas, recuerdes que Jesús está cerca. Buscá a tus mejores amigos y líderes, y déjalos acompañarte. Y si es tiempo de llorar, de dudar, de estar triste, rodéate de personas que te recuerden que hay esperanza después de esta temporada. Acuérdate lo que dice Jeremías 29.11: Dios tiene planes para tu bienestar, Él también usará esto para tu bien.