Enfrentando La AdversidadMuestra

No Temeré

Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno; porque tú estarás conmigo…

Salmo 23:4

Cuando tenía 6 años descubrí que no era como los demás niños y desconocía la razón, estaba en la escuela y me resultaba prácticamente imposible entender las lecciones. Me daba cuenta de que mis compañeros de clase aprendían con rapidez y que lo que era prácticamente imposible para mí era muy sencillo para ellos. Yo era diferente en muchos sentidos. Y esto fue suficiente para sufrir intimidaciones, acosos y abusos muy grandes.

Era una niña y recuerdo que solo el amor de mi familia me sostenía. En la escuela y en silencio soportaba el desprecio de algunos de mis compañeros de clase, se burlaban, me llamaban estúpida, retardada mental, me encerraban en los baños y me apagaban las luces. Recuerdo que la maestra me colocaba frente a la pared por horas por no poder entender las matemáticas más básicas. ¡Vivía en un miedo atroz!

Y es que el temor al rechazo es uno de los mayores miedos de la humanidad. Yo soy testigo de ello.

Muchas personas viven sumergidas en el miedo al fracaso, al rechazo, a la soledad. El miedo los detiene y por consecuencia, dejan de vivir la vida a plenitud. Así era yo, una niña triste, aturdida, sin esperanzas.

Mientras en la escuela vivía llena de miedo, en casa vivía llena de amor. Mis padres se encargaron de nutrir mi mente y mi corazón con el amor de Cristo. Hoy estoy segura de que este amor ha sido toda la diferencia en mi vida. A pesar del miedo, en mi mente infantil, era capaz de entender y sentir el amor de Dios por mí. Dios me demostraba de muchas maneras que ha pesar del rechazo de algunos de mis maestros y compañeros de clase, Él me amaba y me lo mostraba por medio del amor de mi familia. Así que, decidí no tener miedo. Entendí claramente que “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31).

Reflexionemos juntos:

Ante el rechazo, ante el temor a la humillación y hacer el ridículo, confía en Dios y en Sus promesas. Te levantarás como las águilas y Dios convertirá en posible lo que muchos creían era imposible. Sustituye todos tus miedos por fe y tu vida cambiará. No puedes controlar como las personas te tratan, ni decidir lo que otros piensan de ti, pero puedes decidir esforzarte, amar, perdonar, confiar en Dios y en Su amor. Y esto será suficiente para que tus miedos se conviertan en hermosas acciones que no solo cambiarán tu vida, sino la vida de todos los que tengan la oportunidad de conocerte.

¡Recuerda que para Dios eres un hijo amado!