Doña ReligiónMuestra

"Una Forma Sutil De Vivir En Religiosidad"

Lo peor que nos puede pasar, es que vivamos en la religiosidad sin darnos cuenta; lo peor que podemos hacer es creernos "buenos", demasiados "santos" y demasiado "merecedores" de la gracia de Dios.

Una forma sutil de vivir en religiosidad, es creer que porque ejercemos o perseveramos en una vida piadosa, estamos en mejor condición espiritual que otros. Nada más apartado de la realidad.

La verdad es que quienes anhelamos por la gracia que nos cubre en Cristo Jesús, perseverar en obediencia y en santificación, es porque hemos comprendido por misericordia de nuestro Padre, cuál es nuestra condición delante de Él, cuánto lo necesitamos, cuánto necesitamos a su Hijo Jesús y cuánto anhelamos que su poder se active en nosotros cada día para poder permanecer firmes en sus caminos y propósitos, para poder producir la santificación y justicia a la que somos llamados para agradarlo; entendiendo que somos nada y somos nadie sin su presencia, sin su favor y sin su bondad.

Cuando nos adentramos en el entendimiento del qué, por qué y para qué nos salvó Jesús, somos conscientes de lo inmerecedores que hemos sido de recibir gratuitamente la salvación. De haber sido perdonados y libres de la ira de un Dios Santo como lo es nuestro Padre, de saber que ya no tenemos que pagar el precio que uno que es justo, pagó por nosotros, porque éramos nosotros los que estábamos destinados a sufrir lo que Jesús sufrió por nosotros al ser azotado, violentado y llevado como oveja al matadero, cargando consigo nuestros pecados, haciéndose maldito para bendecirnos a nosotros.

Cómo no renunciar entonces a toda forma de religiosidad que hemos ejercido hasta el día de hoy, es necesario alinearnos al orden divino en el que nos ha establecido Jesús, por gracia, con el Padre. Pidámosle al Señor que a través de su Santo Espíritu, nos muestre qué estamos haciendo que nos lleva a ser religiosos y adoptar rudimentos, obras, diseños, actitudes o acciones que denigran e intentan opacar lo que su Espíritu ha hecho y sigue produciendo en nosotros por su obrar sobrenatural, por gracia en Cristo Jesús y porque es la voluntad de nuestro Padre.