¿Quieres ser feliz? ¡Deja de compararte!Muestra
O miras a los demás o miras a Dios. No puedes mirar ambas cosas a la vez.
¡Qué cierto que es esto! Tú eliges si miras a Dios o si es más importante mirar a los demás. Es una cosa o la otra. No puedes mirar ambas cosas a la vez…
Nada bueno resulta cuando decides compararte con otros; solo genera envidia, celos y disconformidad con uno mismo.
¿Te acuerdas de Saúl y David? «Cuando el ejército de Israel regresaba triunfante después que David mató al filisteo, mujeres de todas las ciudades de Israel salieron para recibir al rey Saúl. Cantaron y danzaron de alegría con panderetas y címbalos. Este era su canto: «Saúl mató a sus miles, ¡y David, a sus diez miles!». Esto hizo que Saúl se enojara mucho. «¿Qué es esto? —dijo—. Le dan crédito a David por diez miles y a mí solamente por miles. ¡Solo falta que lo hagan su rey!». Desde ese momento Saúl miró con recelo a David» (1ª Samuel 18:6-9, NTV). Un jovencito logró quitarle el sueño al gran Rey de Israel. Nosotros que conocemos la historia, sabemos que Dios estaba con David, mientras que Saúl se había alejado de Él. Otro ejemplo es el caso de los hermanos de José: «Estos patriarcas tuvieron envidia de su hermano José y lo vendieron para que fuera esclavo en Egipto; pero Dios estaba con él y lo rescató de todas sus dificultades…» (Hechos 7:9-10, NTV). Como el padre de José lo amaba más que a todos sus otros hermanos, éstos odiaban a José y buscaron la manera de matarlo.
Hasta los discípulos de Jesús quisieron establecer algún tipo de jerarquía para determinar quién era el mejor entre ellos. «Entonces los discípulos comenzaron a discutir entre ellos acerca de quién era el más importante. Pero Jesús conocía lo que ellos pensaban, así que trajo a un niño y lo puso a su lado. Luego les dijo: «Todo el que recibe de mi parte a un niño pequeño como este, me recibe a mí; y todo el que me recibe a mí, también recibe al Padre, quien me envió. El más insignificante entre ustedes es el más importante» (Lucas 9:46-48, NTV).
No busquemos compararnos para ser los mejores. Jesús dejó en claro que debemos ser humildes como niños para entrar en el Reino de los cielos. Compararnos y creer que somos mejores que los demás no es lo que Dios espera de nosotros. Estamos comparándonos entre humanos pecadores, ¡es lo peor que podemos hacer! ¿Por qué no dejamos de compararnos con los demás y comenzamos a imitar a Jesús? «Pues Dios los llamó a hacer lo bueno, aunque eso signifique que tengan que sufrir, tal como Cristo sufrió por ustedes. Él es su ejemplo, y deben seguir sus pasos.» (1ª Pedro 2:21, NTV). Jesús nos dejó Su ejemplo para que lo imitemos. Busquemos ser cada día más como Él, quién es santo y perfecto.
Por último, te digo esto: elige vivir con contentamiento. El antídoto para la comparación es el contentamiento. La clave está en contentarse sin importar las circunstancias, como lo dice el apóstol Pablo: «… he aprendido a estar contento con lo que tengo. Sé vivir con casi nada o con todo lo necesario. He aprendido el secreto de vivir en cualquier situación, sea con el estómago lleno o vacío, con mucho o con poco. Pues todo lo puedo hacer por medio de Cristo, quien me da las fuerzas» (Filipenses 4:11-13, NTV).
Si estás conforme con tu situación actual, no necesitarás compararte con otros. Cada uno tiene su propio proceso, ¡y está bien! Está bien que no te recibas el mismo año que tu amigo, está bien que no consigas el trabajo que querías y está bien que aún no estés casado o no tengas hijos. Cada uno tiene su propio proceso. Si tu vida está alineada al propósito de Dios para ella, puedes estar seguro que estás en el lugar correcto, no importa que tan lejos parezcas estar del destino. Dios tiene un mapa de tu vida, conoce tus problemas y tus fracasos, Él quiere ayudarte a salir adelante. Por eso, imita a Jesús y deja que Él guíe tus pasos.
Acerca de este Plan
¿Cuántas veces, por buscar la aprobación de los demás, nos perdemos de ser nosotros mismos? No estamos conformes con lo que tenemos y somos, porque anhelamos lo que otro tiene y es. Hasta que no comiences a verte como Dios te ve, no podrás ser feliz. En estos días veremos por qué la comparación es un obstáculo para alcanzar la felicidad, y qué podemos hacer para no caer en ella.
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