Atendiendo a La Voz De Nuestra ConcienciaMuestra

Atendiendo a la voz de nuestra conciencia

Decía Victor Hugo, el novelista francés: "La conciencia es la presencia de Dios en el hombre", y ciertamente así lo es, Pero cuando callamos esa suave voz interna de nuestra conciencia, negamos la existencia misma de Dios.

El Apóstol Pablo escribió lo siguiente a su hijo en la fe, Timoteo: "Timoteo, hijo mío, te doy este encargo para que pelees la buena batalla con fe y buena conciencia, conforme a las palabras proféticas pronunciadas anteriormente sobre ti. Algunos, por no haber hecho caso a su conciencia, han fracasado en su fe".

Como dijo el Apóstol Pablo, muchos han fracasado en su fe, por haberse negado a escuchar a la voz de su conciencia. Y es que cuando pecamos, hay un acusador que estará pronto para recordarnos eso que hicimos, hasta finalmente hacernos desistir en la fe. A mí me ha pasado, pero también muchas veces es por el desconocimiento de la Palabra misma, porque no la leemos como debemos.

Y es que si bien hay un acusador (Apocalipsis 12:10), también tenemos un Abogado defensor ante el Padre, como dice la Palabra: "Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo".

Pero, ¿qué pasa cuando desconoces esto tan básico? Tendemos a alejarnos de Dios, pensando que ya todo está perdido. Desconocemos de Su Gracia y misericordia para con nosotros. Debemos de ser como el hijo pródigo (Lucas 15:11-32), que a pesar de que olía a puerco, recordó que en casa de su padre tenía todo lo que necesitaba y regresó. ¿Qué hizo su padre al verlo?... Le recibió con los brazos abiertos. Pero luego de recibirlo ¿Qué hizo? Lo mando a cambiarse sus vestiduras. ¿Y después? Mando a matar al becerro más gordo para alimentarlo. En ese orden.

Es decir, Dios siempre nos recibirá a pesar de haber pecado, si lo hacemos sinceramente. Pero luego nos mandará a cambiarnos de vestidura. Es decir, dejar el pecado. Luego, enviará Su provisión.

Procuremos, pues, mantener una conciencia limpia delante de Dios, pues a Su tiempo, Él dará Su recompensa a cada quien, según su obra. Como escribió Pablo: "Por eso procuro siempre tener limpia mi conciencia delante de Dios y de los hombres".