Sabios Ante La OfensaMuestra
Habrá justicia.
Cualquier ofensa es, en primer lugar, una ofensa contra Dios. Él no mira hacia otro lado cuando se producen los agravios, y mucho menos cuando son contra los Suyos. El Señor hace Suya la ofensa, y defiende a quien ha sido dañado. El altivo de corazón no queda impune, pero los tiempos de Dios a la hora de hacer esa justicia nos resultan difíciles de entender.
El tiempo correcto para nosotros (según nuestra opinión y, sobre todo, nuestro dolor) es aquí y ahora. El Suyo es completamente distinto. No siempre veremos con nuestros ojos cómo Él establece el orden perfecto que se perdió por el camino, pero tengamos por seguro que sucederá. Y en ese tránsito, que se nos hace eterno porque nos parece no ver nada, es donde se hace más importante recordar Quién es Dios y Su carácter. De otra forma, malinterpretaremos Su “tardanza” como indiferencia, negligencia o injusticia. Veremos a Dios como si fuera un mentiroso. Nuestro corazón se endurecerá, y ni siquiera seremos sensibles a las otras múltiples maneras en que Su provisión nos está alcanzando.
Demasiadas veces nuestro dolor y la ofensa que lo produjo nos nublan el entendimiento. La herida duele y todos nuestros sentidos apuntan hacia allí. Sin embargo, la sabiduría de Dios es tan profunda y amplia, tan alta e incomprensible para nosotros, que se nos escapa que, cuando Él pone orden, lo hace de manera inapelable, completa, sincronizada, estratégica, cual “carambola” que “mata varios pájaros de un tiro”. Justicia para todos en un solo movimiento. Glorioso.
En el recorrido hasta que eso sucede, trata con nosotros, con nuestra impaciencia y emociones, con nuestras urgencias y prisas, desarrollando nuestra capacidad de asombro. Y es que, cuando parece que todo estaba perdido, es cuando Dios suele escoger presentarse. Ese es el escenario en el que podemos decir, sin lugar a dudas, “esta salvación proviene de Dios”, porque no había otra forma posible de que este caos pudiera ser recolocado.
En esos momentos, el malo es puesto en su lugar correcto. La disciplina que Dios le impone puede resultarnos insuficiente, pero es siempre justa, sin faltar a Su misericordia, sin desatender a la verdad. Hay ofensa, claro, y castigo también, pero Él conoce su medida apropiada, y nos recordamos que esa misma misericordia es la que nos ha alcanzado a nosotros, que no hemos sido tratados como merecíamos.
Acerca de este Plan
La ofensa (y el dolor que trae) son experiencias universales. También lo mal que reaccionamos ante ellas. ¿Actuamos bien ante el dolor real, frente a un golpe palpable, ante algo que va mucho más allá de sensibilidades o de tener “la piel demasiado fina”? ¿Cómo responder SABIAMENTE ante las afrentas? Proverbios 16 nos da una estupenda hoja de ruta. ¿La exploramos juntos?
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Nos gustaría agradecer a Lidia Martín por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.lidiamartin.com/