Una Visita InesperadaMuestra

¡A la puerta!

¿Como te sentirías si te anuncian que alguien sumamente importante está tocando a tu puerta porque quiere visitarte? Zaqueo se sintió privilegiado, y preparó todo para recibir la visita de Jesús aun cuando él no se consideraba digno de ella. La mujer samaritana se sintió asombrada, ya que este encuentro rompía las normas sociales de su época. Al igual que ellos a veces pensamos que no somos lo suficientemente dignos para recibir la visita de Jesús. Piensa en esto; Jesús dejó Su lugar de Gloria junto al Padre Celestial, para venir a morir y darnos salvación y vida eterna.

Cada una de las personas mencionadas anteriormente respondieron a la visita de Jesús. Zaqueo, reconoció sus pecados, decidió cambiar de vida, y se disculpó con las personas a las que había defraudado. La Mujer Samaritana, sació la sed que tenía su alma y se convirtió en la anunciadora del Evangelio en su comunidad. Lo que experimentaron estas vidas que recibieron una visita de Jesús, está sucediendo hoy por medio del Espíritu Santo. Solo hacen falta hombres y mujeres sensibles al llamado y dispuestos a compartir lo que Dios ha hecho en sus vidas.

En Apocalipsis 3:20 dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo”.

Estas palabras son de Jesús. El que llama a la puerta es el Salvador del mundo. Es el Rey de Reyes y Señor de Señores. El que entregó Su vida para hacer posible que al recibirle pasemos de muerte eterna a vida eterna. Esta visita tiene que ver con tu destino eterno. Su voz llama constantemente a la puerta de tu corazón. Él quiere entrar para darte vida eterna y vivir para siempre contigo. Al igual que a Zaqueo y la mujer samaritana, Jesús quiere visitarte dondequiera que estés. No importa si es un lugar físico, emocional o espiritual. ¿Cuál será tu respuesta cuando Jesús toque a la puerta de tu corazón? Si aún no has contestado a Su llamado para recibirlo como tu Salvador y Señor, hoy te comparto esta breve oración:

Señor Jesús, ¡hoy puedo sentir que tocas a la puerta de mi corazón! Decido abrirlo para que entres en él. Perdona mis pecados, limpia mi corazón, y haz de él Tu morada por el resto de la eternidad. ¡Amén!

¡Bendiciones!