RESPLANDECE en el mundo

Mientras el tiempo avanza nuestras prioridades cambian, estamos más abocados a nuestro trabajo, la familia, amistades, sueños personales y demás, así los quehaceres del día a día nos distraen de lo que siempre debería estar primero en nuestra mente y corazón. A todos nos pasa, porque de alguna forma debemos seguir con la corriente que vemos en el mundo. Sin embargo, eso no significa que sea la mejor manera de testificar de la transformación de nuestras vidas por medio de Cristo Jesús. Necesitamos marcar una diferencia frente a los demás y esta nueva generación para que podamos ser influyentes e inspiradores a muchos otros.

Lo que nunca debería cambiar ni moverse como prioridad en nuestras vidas es nuestra comunión con Dios. Si quebramos esa vía de comunicación por medio de la oración, la lectura de su Palabra, el ayuno, la alabanza y adoración estaremos afectando y disipando la llama de su Espíritu en nosotros. Cuando nos convertimos en hijos de Dios y aceptamos a Jesús en nuestro corazón esto debe marcar un antes y después en nuestra manera de vivir, porque ahora llevamos una luz con nosotros. Esta luz de Jesús no debe ser ocultada y menos apagada sino que, como una lámpara, debe alumbrar a los demás. En ocasiones, vemos las cosas del mundo como una puerta hacia la libertad, pero ¿realmente vivir como el mundo nos traerá esa ansiada satisfacción?. No escondas tu lámpara, ponla en un lugar alto para que todos vean la luz que entró a tu vida, y cambió tu manera de pensar, de vivir y la relación que tienes con aquellos que aún no han conocido del amor de Cristo.

No permitas que el tiempo ni el miedo aparenten una confusa y borrosa tiniebla en tu vida, cuando tú eres ¡LUZ! y debes resplandecer. No dejes que ni una sola parte de ti se apague o deje de irradiar de ese amor y perdón transformador de Jesús, de esa misericordia que es nueva cada día. El enemigo ha venido para apagar y destruir esa luz, no se lo permitas porque mayor es quien está con nosotros que el que está en el mundo.

Que los que te rodean, tu familia, amigos, compañeros de trabajo, que todos te vean resplandecer con la luz de Cristo. No debemos ser igual que el mundo, sino diferenciarnos de la oscuridad, ser irreprensibles, sin nada de qué avergonzarnos y ser verdaderos hijos de Dios sin mancha, resplandeciendo en el mundo. Hazte esta pregunta: ¿Cómo estoy resplandeciendo la luz de Jesús en el mundo?