Contagio espiritual (2) DorcasMuestra
Quizás usted es una buena persona, pero que le fue mal
En el andar cristiano, hay cuestiones que jamás entenderemos, y una de ellas es por qué a la gente buena le suceden cosas malas. Alguien dijo: “Esperemos lo mejor, pero preparémonos para lo peor”. Algunos atribuyen la aflicción del ser humano a la misteriosa soberanía de Dios, mientras que otros buscan la causa en la desobediencia del hombre como diciendo: “Algo habrá hecho mal”.
No sé cuál es su caso. No tengo idea de cómo le ha ido en la vida. Puede ser que este mensaje no esté en sintonía con sus circunstancias, y precise una adaptación extra. Pero es probable que usted sea una buena persona, pero que le haya ido mal. Entonces, ¿cómo hay que entender esto?
Menciono esto porque Dorcas no había hecho nada malo para merecer una desgracia. Veamos un poco más en detalle. Dorcas era en griego lo que Tabita era en arameo, cuyo significado era gacela, es decir, una “mujer esbelta, grácil y dulce”. Traducido en un español más moderno y sencillo, se podría decir que Dorcas era una “mujer agradable”.
Dorcas no era una persona más del montón, sino una persona importante, ya que hasta donde yo sé, es la primera y única vez que el Nuevo Testamento la identifica como una mujer “discípula” con todo lo que ese término significa en la Biblia a partir de los Evangelios. Por alguna razón, Pedro se dirigió rápidamente a Jope “sin demora” cuando los discípulos habían enviado a 2 hombres a Lida para que viniera y orara por Dorcas. Aquí leemos entre líneas que aun para Pedro, Dorcas era importante.
Además, su consagración para con la obra del Señor se refleja en el versículo 39 que dice: “Todas las viudas se presentaron, llorando y mostrándole las túnicas y otros vestidos que Dorcas había hecho cuando aun estaba con ellas”. En pocas palabras, la única característica que se le puede encontrar en la vida de Dorcas es que era una buena persona.
De igual modo, puedo aseverar sin temor a equivocarme que usted es una persona agradable a los ojos de Dios, pues es el Señor quien le dice:
“¡Levántate, amada mía; ven conmigo, mujer hermosa!” (Cantares 2:10).
“Cayó enferma y murió”
Ahora bien, si se trata de un personaje como Dorcas, una persona tan agradable, una “discípula” tan importante a tal punto que Pedro haya apresurado sus pasos para viajar desde Lida, que lo único que hacía era esmerar en hacer buenas obras y ayudar a los pobres, ¿por qué razón cayó enferma y murió?
“¡Murió!”. ¿Me entiende? No es que invirtió en un lugar equivocado, la estafaron, y perdió todos sus ahorros. No es que no la promovieron, y no fue ascendida en un puesto de trabajo. No es que su hijo aplicó a una universidad en el extranjero, y no fue aprobado.
¡Murió!
¡Pero hay victoria!
Si este es su sentir, déjeme avanzar un poco más, porque en las manos de Dios la muerte pierde su potestad, nada queda igual, y el poder de la resurrección empieza a obrar. Quizás usted se sienta atrapada en medio de una cueva, pero es justamente ese dolor del túnel que la llevará a la victoria. Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás” (Juan 11:25-26).
Hace no mucho tiempo atrás, estábamos en Centroamérica en el marco de una conferencia de la Cuarta Dimensión. Me resultaba llamativo que el hermano que se ocupaba de nuestra seguridad y traslado no se mostraba muy ameno. De hecho, no nos dirigió la palabra hasta el último día antes de despedirse de nosotros.
Hablé de este tema con mi esposo, y dio a entender que no era el protocolo al que estaba acostumbrado, pero que por ahí no quería interrumpir nuestra conversación como pareja. Pero cuando nos enteramos de su particular situación que estaba atravesando, simplemente nos quedamos callados y maravillados de su fe.
En el último día, el hombre nos dirigió la palabra mirando hacia atrás justo antes de bajarse del automóvil:
“Pastores, disculpen. Hace unos días atrás, murió mi hijo”.
No podía creer lo que había escuchado. Sentí mucha pena por él, y me arrepentí delante del Señor por mi falta de entendimiento y empatía, pues había asociado su silencio con alguna falta de cortesía. En fin, una mala interpretación.
Cuando estaba por entrar al templo, mientras nosotros estábamos esperando otro automóvil que nos alojara en el hotel, el hombre se detuvo, giró su cabeza, y mirando hacia nosotros dijo:
“¡Pero hay victoria!”
Así como Eneas, el paralítico de Lida, a quien el Espíritu Santo habló por medio de los labios del apóstol Pedro: “Eneas, Jesucristo te sana. Levántate y tiende tu cama” (Hechos 9:34), y le dijo a Tabita: “Levántate” (Hechos 9:40), Dios interviene en su vida para que se ponga de pie usted también en el poderoso nombre de Jesús, ¡porque hay victoria!
Escrituras
Acerca de este Plan
Dorcas, una discípula de buenas obras, contagió a todo su alrededor con el mensaje del Evangelio. Luego de este plan junto a la pastora Sonia Shim, usted se convertirá en la Dorcas de esta generación.
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