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Parar la mente

El Salmo 46:10 sugiere que, para poder reconocer a Dios, hay que estar quietos. En medio de muchas actividades, en medio de los afanes diarios, resulta complicado ver al Señor.

Muchos piensan que estar quietos es no hacer nada, es no trabajar. Pero resulta que, aunque no están realizando ninguna labor física, en sus mentes están resolviendo situaciones, contestando preguntas, cambiando el pasado, pensando en el futuro. Recuerdo estar de vacaciones sin hacer nada, pero con mi mente, tratando de resolver tantos problemas, ¡Y lo peor es que tenía esperar a volver a la oficina para poderlos resolver! Así que, muchas veces, volvía de las vacaciones emocionalmente más cansado que antes de ellas.

Creo que, a medida que vamos entrando en el día, más rápido funciona la mente, y más difícil es lograr detenerte. Por la mañana, bien temprano, pudiera ser más sencillo controlarla.

Mientras la mente está girando, Jesús seguirá siendo una idea más en medio de muchas que compiten con Él en importancia. Al mismo tiempo, si te pones a pensar, muchas veces, quien está sentado en el trono de tu corazón, gobernando tu vida, eres tú mismo, basado en tu mejor criterio: Tu carne (sark).

Sólo al detener la mente, cuando ya no estés pensando en muchas otras cosas al mismo tiempo, cuando ya no haya más afán, podrás levantarte del trono, invitar a Jesús a que se siente en él, postrarte delante de Él y adorarle, reconocerle como Dios en tu vida. Muchas cosas lindas, grandes milagros ocurrirán cuando te levantes del trono de tu corazón.