[Lo que el Espíritu dice] Carta a ÉfesoMuestra

La revelación de Jesucristo

El mensaje central de Apocalipsis es la soberanía de Dios en la historia humana. En la visión de Juan, vemos llegar la calamidad al mundo. Por medio de Jesús, el glorioso Cordero que fue inmolado, Satanás y el mal son vencidos y el pueblo de Dios es liberado para vivir con Él, en un cielo nuevo y una tierra nueva, por toda la eternidad. El mensaje general de Apocalipsis son sólo dos palabras: Dios triunfa.

Nuestro contexto es el siglo I, allá por el año 95 d.C. El emperador romano era Titus Flavius Domitianus, también llamado Domiciano. Exigía el culto; la negativa a obedecer su edicto provocó una severa persecución. La tradición dice que fue Domiciano quien exilió a Juan a la isla de Patmos, una colonia penal romana frente a la costa de Asia Menor. Allí Juan escribió su visión.

Juan empezó hablando de bendición, gracia y paz a la Iglesia. Declaró la majestad de Dios. Los siete ángeles simbolizan la perfección, el Espíritu Santo. Juan habla de Jesús, el fiel, el resucitado, el Gobernante supremo, el que nos ama y nos perdonó. Nos liberó de nuestro pecado mediante el poder de su sangre, derramada voluntariamente a nuestro favor. Nos hizo sacerdocio real y nación santa. Nos dio acceso al Padre.

Juan promete que Jesús vendrá en las nubes. Cristo está regresando y, cuando venga, no será en secreto. Todo ojo le verá. ¿Cuándo volverá? Han pasado dos mil años desde que se escribió Apocalipsis, pero nuestro Dios es eterno. Podemos intentar limitar a Dios a nuestros tiempos y estaciones, fronteras y límites, deseos y anhelos. Pero Dios no está sujeto a nuestros calendarios. Todos los acontecimientos de esta profecía son inminentes. Ya están en marcha. Podemos elegir: Ignorar esta profecía, decir que todo es una locura y seguir adelante con nuestra vida, o elegir vivir como si Cristo fuera a venir en el próximo instante. La promesa del regreso de Jesús debe ser nuestra motivación para la obediencia y la consagración. Juan se sintió tan abrumado por su encuentro que lo único que pudo hacer fue caer a los pies de Jesús en señal de adoración.

Jesús, estoy asombrado por todo lo que has hecho por nosotros. Eres digno de toda alabanza y gloria. Ayúdame a vivir para ti y a esperar tu regreso.