Pequeños pies y manosMuestra

De servidor a siervo

Los ancianos más respetables de la nación se reúnen para darle el último adiós. Los generales del ejército se ponen firmes y en orden para hacer un largo pasillo. Se escuchan los sollozos y lamentos por todas las calles, no solo llora la familia, lloran todos, ancianos y jóvenes, mujeres y hombres.

Israel hizo luto en la tierra, y en el cielo se levantó expectación. Se dice que el caudillo del pueblo escogido ha muerto, y ha de prepararse una gran bienvenida al hombre que llevó a cabo los planes de Dios en su generación.

El libro que lleva su nombre lo identifica al principio como “el servidor de Moisés”, pero al final del libro se le conoce por “Josué, el siervo de Jehová”. Sí, este era el mismo Josué que comenzó su liderazgo entre dudas y miedos, entre críticas y menosprecios. El insignificante principiante se convirtió en el hombre que hizo llorar a una nación cuando murió. Se había convertido en el pionero del gran avivamiento, en el luchador incansable y protector de su pueblo, en un buen administrador y gobernante. “Josué, hijo de Nun, servidor de Moisés”, se convirtió en “Josué, siervo de Jehová” (Josué.24:29). De servidor a siervo.

La vida nos enseña que los comienzos son difíciles, pero también que todo lo grande comenzó siendo pequeño. ¿Quién diría que una pequeña llama provocó tal incendio? ¿Quién pensaría que ese árbol en el que se columpia aquel niño estuvo en manos de su padre en su niñez cuando lo plantó?

“Los que menospreciaron el día de las pequeñeces se alegrarán…” dice Zacarías 4:10.

Nunca te desanimes por los principios humildes, pues todo lo grande tuvo un principio pequeño. Recuerda que el más grande de los reinos comenzó en un pesebre.

Y justo de ese pesebre estaremos hablando.

Pero antes, medita en esto:

Lo pequeño se vuelve grande, el servidor se vuelve siervo.