Pequeños pies y manosMuestra

Prepárate, tu momento está por llegar

Jesús, al cumplir sus 30 años, salió de casa para no volver porque sabía que Su tiempo había llegado. Era hora de comenzar y poner en marcha el Plan de Dios para Su vida, para cumplir la voluntad de Dios, no la del mundo. Era momento de poner en práctica todo lo que había preparado en todos esos años previos. Comenzaba Su ministerio, comenzaba Su misión. No lo hizo antes, no lo hizo después, lo hizo en el momento en que Su Padre Dios le dijo que tenía que ser.

Cada uno de nosotros hemos nacido por la voluntad de Dios y a cada uno de nosotros nos ha dado un propósito para vivir, un propósito con el cual glorificarle. Nadie está aquí sin una misión. Unos ya comenzaron, ya están viviendo ese propósito, otros todavía tienen que prepararse más y el Señor les indicará el momento de ponerlo en práctica.

Si aún no sabes qué es lo que Dios quiere de ti, probablemente todavía estás en etapa de entrenamiento. Sigue creciendo en sabiduría y en gracia para con Dios y para con los hombres. El plan de Dios será más grande que lo que la gente a tu alrededor cree, que lo que tú mismo imaginas. No pienses que el tiempo “pasa y pasa” y no avanzas. No pienses que eres muy joven o viejo, el Señor no se fija en nuestra edad, en nuestra condición, en nuestro entorno. El Señor se fija en nuestro potencial, en lo que podemos lograr a través de Él.

Josué dudaba de sí mismo; muchos dudaban de él. Sustituir al mismísimo Moisés no era tarea fácil. Guiar a todo un pueblo de millones de personas, conquistar tierras desconocidas eran responsabilidades enormes. Pero Josué se había preparado para ese momento, había dedicado su vida a crecer en sabiduría, en gracia para con Dios y para con los hombres y por eso pasó de ser Josué hijo Nun, servidor de Moisés a Josué, hijo de Nun, siervo de Jehová.

Hoy, tal vez solo eres alguien hijo de alguien más, servidor de algún otro, pero cuando estés listo serás el siervo de Dios.

En aquel pesebre, reposaban unos pequeños pies, unas pequeñas manos, con un propósito: ser atravesados por clavos a cambio de nuestras vidas, de nuestras almas.

Que nuestro Señor te muestre ese propósito para tu vida, que te dé un corazón dispuesto a prepararse para cumplir ese plan que tiene para ti. Que la perseverancia y amor al Señor te permita avanzar en ese crecimiento y puedas alcanzar la gloria de nuestro Dios. Que el Señor te bendiga.

Amén.

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