La batalla de la mujer por la graciaMuestra
La actitud de la gracia
Recuerdo la frustración de mi hija Kristyn cuando a los cinco años trató de aprender a montar bicicleta. Kristyn se sintió lista para montar como una niña grande, y sonrió mientras se montaba. Su padre sostenía la bicicleta y corría a su lado mientras que ella pedaleaba en grandes círculos. Sin embargo, su confianza se debilitaba en el momento que su papá la soltaba y se caía una y otra vez.
Su hermano de tres años observaba desde la acera. Después de ayudarla en una caída, tomó la bicicleta. «¡Mírame!», le dijo mientras se montaba y comenzaba a maniobrar la pequeña bicicleta rosada a la perfección. ¡Esto no le causó gracia a Kristyn! Había tratado tanto de seguir todas las reglas que había aprendido que era demasiado consciente y cuidadosa. Esto no le permitió disfrutar de la libertad de montar su bicicleta. Por otra parte, su hermanito más pequeño nunca había tenido ruedas de aprendizaje, nunca había aprendido las reglas de la bicicleta y nunca se había dado cuenta de que se podía caer. Solo tomó el manubrio y montó.
¿Nos dimos por vencidos de enseñarle a montar? ¡No! Continuamos esforzándonos hasta que ella ganó la confianza y la habilidad de montar sola en la bicicleta. Cuando llegó el día en que pudo sentarse por sí misma y montar como una profesional, ¡su padre y yo gritamos de alegría!
Yo describiría nuestra actitud con Kristyn como gracia. Era una actitud de paciencia, amor, bondad y perseverancia. Al frente de nuestro corazón estaban el gozo y el bienestar de Kristyn. La actitud de Dios hacia nosotros es una aún mayor de gracia. Él se ha dedicado a darnos la vida abundante que prometió. Jesús dijo: «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia» (Juan 10:10). Cuando Jesús dijo estas palabras, no solo se refería a la cantidad de vida, sino a la calidad de vida.
El Evangelio de Juan registra a Jesús cuando dice: «Estas cosas les he hablado, para que mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea completo» (Juan 15:11). Dios es el Padre Supremo, el Buen Padre que se interesa por el bienestar y el gozo de Sus hijos. Él nos mira con bondad absoluta.
El salmista lo dijo en el Salmo 103:13-14: «Como un padre se compadece de sus hijos, así se compadece el Señor de los que le temen. Porque Él sabe de qué estamos hechos, se acuerda de que somos solo polvo».
Muchos tienen la idea equivocada y antibíblica de que Dios está esperando, y esperando, a que cometamos un error. Sin embargo, la gracia, por su propia esencia, significa benevolencia o bondad. Es la actitud que Dios muestra siempre hacia nosotras. A Él le interesa mucho nuestro bienestar; quiere lo mejor para nosotras. Para darnos lo mejor, Dios envió a Jesús a pagar la pena que merecía nuestro pecado, a fin de que pudiéramos recibir las abundantes bendiciones que desea derramar sobre Sus hijos. ¡Esa es una de las razones por las que vale la pena luchar por la gracia!
Oración
Señor, transforma mi corazón para que yo pueda ver tu amor y tu misericordia aún en los momentos de crecimiento y disciplina. Inunda mi corazón con tu gracia. Amén.
Acerca de este Plan
La batalla de la mujer por la gracia es una batalla que vale la pena librar, especialmente cuando la culpa nos hace la guerra por nuestras imperfecciones. En este plan descubrirás como la gracia es más sencilla y más profunda, de lo que crees. Sabrás como este recurso que salva y sostienes la vida puede ser tu motivación y medio para vivir en libertad hoy.
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Nos gustaría agradecer a Editorial Unilit |Spanish House Ministries por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.editorialunilit.com/la-batalla-de-la-mujer-por-la-gracia