Movilízate: Aplica La Palabra A Tu VidaMuestra

“Las Escrituras cambian nuestras vidas”

D.L. Moody dijo “Las Escrituras fueron dadas no para incrementar nuestro conocimiento, sino para cambiar nuestras vidas”. En orden para amar a nuestro Señor con todo nuestro corazón, alma y fuerzas (Deuteronomio 6:5), debemos llegar a conocerlo, primero, a través de memorizar y meditar en su Palabra. Entonces, Jesús toma nuestro amor un paso adelante en Juan 14:21 cuando dice: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama…”.

Memorización y meditación es el corazón y alma de Deuteronomio 6:5, mientras Juan 14:21 es el poder. Después de repetir la verdad a través de la meditación, tomamos el estado de vida real y ¡la vivimos!

En tanto nos enamoramos del Señor, deseamos servirle, esto requiere algo de nuestro esfuerzo personal. Aplicarlo, toma nuestra fortaleza, darnos cuenta que solo nuestra fortaleza no nos hace una buena persona, pero nuestra obediencia al poder de la Palabra de Dios, hace la diferencia.

Invertimos mucho tiempo racionalizando las mentiras del enemigo, que dice cosas como, “Tú no eres suficientemente bueno”, o “Dios nunca te perdonará”. En su lugar, debemos comenzar a darnos cuenta que, la verdad de Dios nos librará de las mentiras cautivantes del enemigo.

Una vez que desarrollé la disciplina de la memorización y meditación en la Palabra de Dios, me di cuenta que, para seguir adelante en mi jornada de deleitarme en Dios, la Palabra tiene que levantarse desde mi corazón y desbordarse en los surcos de mi vida. Los surcos son esos deseos egoístas y acciones que, se convierten en hábitos no piadosos, que marcan la vida de una persona.

Comencé a pedir  a Dios semanalmente, que me diera oportunidades para aplicar su Palabra en mis circunstancias cada día. La verdad de 2 Corintios 3:18 se hizo evidente a mi vida. Su verdad revela los hábitos no piadosos en nuestras vidas y mientras volvemos hacia la verdad, el velo del pecado que nos separa de Dios se remueve. Cuando se remueve el velo, y elegimos caminar en la verdad de su Palabra, toma lugar la transformación. Comenzamos a reflejar su gloria. He aprendido que la obediencia vendrá solamente, cuando admito mi inhabilidad de cambiar por mí mismo. No puedo hacer nada sin Él y su Palabra en mí.

He probado la Palabra de Dios y encontré que necesito hacer algunos cambios en mis actitudes, pensamientos y acciones.  

Oremos: Señor, me comprometo a meditar en tu Palabra, memorizarla pero sobre todo vivirla en cada circunstancia de mi vida. Quiero ser obediente a ti y por eso muero a mis deseos, mi carácter. Que seas tú quien fluya en mí.