Movilízate: Aplica La Palabra A Tu VidaMuestra

“Orar la Palabra”

Pedí formar parte de un pequeño grupo de influencia hace pocos años atrás, con cinco mujeres más. Cuando aprendí quien estaría liderando el grupo, estaba dudando un poco para integrarme. No conocía muy bien a esa persona, pero lo que conocía de ella me permitió creer que sería una líder rígida y estricta. Estaba un tanto temerosa, que si me unía al grupo sería miserable, pero a través del apoyo de amigas, dejé de lado mi orgullo y prejuicios, y me uní al grupo.

Después de un tiempo la líder del grupo asistió a una de mis clases de memorizar las escrituras y como resultado ella y su esposo comenzaron a memorizar juntos. Compartió esto conmigo y me preguntó si quería caminar con ella un par de veces a la semana con el propósito de repasar nuestras escrituras y orar juntas. 

Con el paso del tiempo comencé a disfrutar mi tiempo con ella. Una semana estaba memorizando 1 Pedro 1:22 y cuando se lo compartía en una de nuestras caminatas, mi corazón casi saltó de mi pecho. Las semanas que mi amiga y yo caminamos, oramos y compartimos juntas como estábamos aplicando nuestros versículos memorizados, Dios purificó mi corazón de sus prejuicios  y me dio un sincero amor por ella. Ahora la amo desde lo profundo de mi corazón. El Señor probó que su Palabra es verdad en mi vida una vez más.

Mientras estaba esperando mi turno para dar mi conferencia en un evento, escuché a tres mujeres dar sus testimonios de como Dios había trabajado en sus vidas. Mientras la primera mujer daba los detalles de su historia, uno de mis versículos memorizados vino a mi mente.  Tuve la urgencia divina de compartir esa escritura con esta mujer. Sin embargo, siendo que yo estaba en la audiencia con cientos de personas, simplemente lo escribí, para compartirlo con ella más tarde. Luego, sucedió lo mismo con la segunda mujer, y con la tercera también. El Señor me dio escrituras específicas de esperanza y fortaleza para cada mujer. 

Cuando llegó mi tiempo de pasar al pódium para la conferencia, tenía que primero decirle a cada una de su maravillosa revelación. Tomé ese momento y le dije a cada mujer el versículo que el Señor me había dado especialmente para cada una de ella en sus circunstancias. Esa noche, después de haber hablado, las tres mujeres vinieron a preguntarme la cita y a agradecerme por compartir esa verdad con ellas.  Mientras conducía a casa, agradecí al Señor por darme la habilidad de atesorar su Palabra en mi corazón, no para mi satisfacción, sino por aquellos que cruzaron mi camino esa noche.