El Llamado a HumillarseMuestra

Humillarse: esta palabra tiene que ver con humildad que a su vez significa “rebajarse a tierra” (humus en latín). Alguien humilde es quien aprendió a humillarse, a reconocer ante otro que no es digno o que es deficiente en algo.

Nabucodonosor

En esta lectura hay un contraste entre dos hombres: el primero es de un rey que se volvió soberbio en extremo. En el capítulo 2 de Daniel vemos cómo era el corazón de este rey, quien reconocía el poder de Dios. El segundo es Daniel, un profeta que todos los días se humillaba ante Dios en oración. El acto de humillarse no era sólo un momento en la vida de Daniel, sino un estilo de vida.

En los capítulos siguientes vemos cómo el corazón del rey se volvió arrogante y altivo debido a la fuerza de su reinado a tal punto que exigió adoración para sí.

¿Cómo pasamos de un corazón que reconoce la grandeza de Dios a uno que pide alabanzas y adoración para sí mismo?

Por increíble que parezca, todos nosotros hemos sido y seremos tentados a tener un corazón corrompido por el orgullo. En ocasiones con cargos en la iglesia, en el trabajo o con la autoridad que como padres tenemos, también podemos caer en el orgullo. La verdad es esta: toda promoción terrenal, donde quiera que sea y venga de donde sea es pequeña. Si nuestro corazón se aferra a esas pequeñeces nos confundimos y hacemos de eso un tesoro… un tesoro terrenal, ¿y qué pasa con los tesoros terrenales? Perecen. Dios nos libre de perecer junto con ellos eternamente.

Tener autoridad, prosperidad, ser promovido o incluso, los halagos, pueden ser nuestra piedra de tropiezo si trasladamos nuestra confianza a algo o a alguien que no sea Jesús, si perdemos de vista a Jesús. Recuerda: no hay mejor lugar que estar a los pies de Jesús, reconociendo a diario que Él es el Rey de Reyes y Señor de Señores.