Semana SantaMuestra

El sábado es el día de reposo ordenado en la ley de Moisés, y en aquella oportunidad era el día de reposo para Jesús, en el cual "descansó" de su obra de traer la salvación para el mundo. Ese día Jesús permaneció en la tumba donde había sido enterrado después de su crucifixión.

La muerte de Jesús no fue un simbolismo, fue algo real, su corazón dejó de latir, la poca sangre que quedó en su cuerpo ya no circulaba por sus venas ¿Dónde estuvo Jesús ese día?, es la pregunta de muchos.

La Palabra de Dios ya lo había dicho antes: “Porque yo sé que nunca me abandonarás en el lugar de los muertos” (Salmo 16:10).

Él estuvo en el lugar donde los muertos duermen: “El SEÑOR da la vida y la muerte. Él envía a la gente al sepulcro” (1º Samuel 2:6). Y Pablo confirma esto: “¿Qué significa eso de que «subió»? Pues significa que primero descendió a las partes más bajas de la tierra. Cristo fue el mismo que descendió y luego subió a lo más alto de los cielos para llenarlo todo con su presencia" (Efesios 4:9-10).

Ese sábado muchos reflexionaron sobre lo que pasó. Los fariseos recordaron sus palabras, de que resucitaría al tercer día y pidieron una guardia a Pilatos para cuidar la tumba. Los discípulos continuaron en el Aposento Alto, tristes y confundidos, recordando cada palabra dicha por su Maestro. La ciudad permaneció en silencio y con profundo temor por todo lo experimentado el día anterior, mientras Jesús descansaba.

Quiero guiarte en una oración: ¡Señor Jesús, cuánto amor hay en tu corazón, para morir por mí de esa manera! ¡Ayúdame a pensar en eso, a entender tu voluntad para mí y a levantarme para ser testimonio vivo, real y bueno!