Abrazando la paternidad de DiosMuestra
LO DÍFICIL DE ABRAZAR LA PATERNIDAD DE DIOS
LA DISCIPLINA DEL PADRE
Creo que abrazar la disciplina de nuestro Abba Padre puede resultarnos un poco más complicado, en especial si tus padres nunca te disciplinaron.
Cuando era niña, siempre buscaba ser la mejor hija, trataba de ser obediente y nunca darle problemas a mis papás. En realidad, creo que nunca atravesé por una época de rebeldía.
Quería ser una hija irreprensible a quien sus papás nunca tuvieran que decirle algo. Creo que aunque no logré ser intachable, puesto que no soy perfecta, mis papás siempre observaron ese esfuerzo, por lo que nunca recibí “castigos” ni disciplinas como tal o quizá fueron muy pocas veces en las cuales me dijeron algo. Solía escuchar que otros padres castigaban a sus hijos y algunos eran bastante crueles con ellos que me daba miedo y agradecía a Dios porque mis padres no lo eran conmigo.
Sin embargo, el problema que enfrenté cuando crecí es que me costó aceptar la disciplina de Dios como Padre, no porque fuera rebelde, sino porque me llenaba de miedo y de pavor pensar que Dios me pusiera en disciplina; ya que eso me hacía creer que no estaba siendo buena hija y que Él no tenía complacencia en mí. De hecho, esto era lo que experimentaba las pocas veces en las que mis papás me corregían.
Si cuando era niña me pesaba desobedecer o causarle problemas a mis papás, el hecho de pensar que mi Padre Celestial me disciplinara me provocaba muchísima tristeza en mi corazón, un gran pesar y decepción de mí.
Fue hasta que Dios me llevó a abrazar Sus disciplinas con amor, paciencia y no con culpa ni menosprecio o rechazo hacia mi persona. Me llevó a comprender que había una diferencia entre castigo y disciplina. Mientras que en un castigo se busca que la persona, en este caso, el hijo o la hija se haga responsable de los platos rotos (por así decirlo) y pague por ello, la disciplina busca la enseñanza y entrenamiento, y no el pago. La disciplina pule y perfecciona, busca el crecimiento y madurez.
Comprender que aunque efectivamente merecía el castigo de mis pecados y rebeliones, ese castigo ya fue pagado por Cristo; me liberó de la culpa y condenación.
Y es esa misma verdad la que quiero que abraces. Sobre Cristo, recayó el castigo de nuestra paz, Él pagó nuestros platos rotos. ¡Gracias, Cristo!
Lo que hoy experimentamos todos aquellos que somos hijos de Dios es la disciplina del Padre, la cual es una disciplina justa, para un bien, que busca corregirnos, perfeccionarnos, producir en nosotros un fruto de justicia y encaminarnos cada vez más y más a Su Santidad. Debes recordar que Su disciplina está impulsada y motivada por Su amor hacia ti y no porque Dios busque complicarte la vida o busque hacerte mal. Recuerda, Él es un Padre Bueno.
Hoy, desecha todo pensamiento de condenación, de culpa y de menosprecio. Cuando tu Padre celestial te disciplina, no te está culpando, condenando, menospreciando ni rechazando; en realidad, te está amando, demostrando Su amor en toda Su plenitud.
Dios siempre tiene un propósito, y podemos confiar en Él. No te resientas con Dios cuando te discipline. No rechaces ni menosprecies Su disciplina; aunque en el presente duelen y nos causan tristeza, veamos más allá. Las disciplinas tienen un propósito de bien, un fruto, un propósito eterno; los resultados son mejores, vale la pena.
Recuerda que la disciplina también es la marca de un(a) hijo/a de Dios, no eres bastardo/a. ¡No tengas miedo! En la disciplina, no olvides la bondad de Dios. Recibamos la disciplina con gratitud, este es el entrenamiento que necesitamos para correr la carrera de la fe y llegar a la meta.
¡NO TE DESANIMES! ¿Estás enojado/a o resentido/a con Dios a causa de Sus disciplinas?
Si es así, hoy te invito a que converses con Papá Dios y se lo confieses viniendo al arrepentimiento, diciéndole:
"Perdóname Abba, Padre".
Escrituras
Acerca de este Plan
¿Qué cambio crees que tendrían nuestras vidas si cada día abrazáramos la paternidad de Dios? ¿Qué impacto tiene en nosotros creer en el amor de Dios como Padre? Hay una gloriosa libertad que experimentamos al abrazar Su paternidad: el temor es echado fuera y la inseguridad se hace trizas. ¿Habría algo de qué preocuparnos? Es momento de creer y vivir de acuerdo a estas verdades.
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Nos gustaría agradecer a Fátima Meza por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://linktr.ee/soyfatimaa