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¿ Hasta cuándo maná?

DÍA 2 DE 3

Dios a tu manera ¡NO! sino a la mía

El pueblo de Israel apenas venía saliendo de la fuerte esclavitud de Egipto, donde veía a diario como a sus compatriotas se les fatigaba y maltrataba tan fuerte, y era tan dura la labor, que muchos morían en esos campos de trabajo y eran desechados como animales sin importancia. Dios, a través de Moisés, decide libertar a su pueblo, tras 10 plagas sobrenaturales y espectaculares delante de todo Egipto e Israel como testigos, finalmente abre el Mar Rojo en dos, para que su pueblo pasara en seco camino a su libertad, hacia la tierra prometida, esto aconteció contra todo pronóstico, ante el ejército más grande de aquellos tiempos.

Una vez camino a la tierra prometida, en medio del desierto, Moisés, confiando en Dios, tendría que enfrentar el hambre y sed de más de 4 millones de personas. Y sí, Dios allí provee agua hasta de las peñas, y también lo que conocemos como maná para alimentar a su pueblo. Todos los días caía el alimento del cielo que les proveía de proteínas, carbohidratos y vitaminas para mantenerlos saludables.

Había pasado un año, comiendo maná todos los días, y por muy extraño que nos parezca al leer la historia, los israelitas se quejaron ante esa rutina y lloraron todos en sus tiendas, porque se aburrieron del menú de Dios en el desierto de Param. El pueblo lloraba, no por agradecimiento de dejar de ser esclavos, ni tampoco por la alegría de no recibir más el látigo de los egipcios, lloraban por no comer de nuevo el menú de los egipcios. Y, aquí yo pienso, que si regresar a Egipto hubiese sido una opción muchos se habrían regresado. A veces nosotros también somos así, pensamos que Dios nos metió en una rutina aburrida, que los primeros días la innovación y el saciar el hambre es motivo de alegría, pero al cabo de poco tiempo reclamamos a Dios en desagradecimiento, porque ya pensamos que Dios “debe” saciar nuestra hambre, pero de una manera “más creativa” o variada para nuestros gustos.

El pueblo menospreció la provisión diaria de Dios para su alimento, les pareció fastidioso comer lo mismo, tanto, que decían que extrañaban comer “GRATIS” aquello que los egipcios le daban por pago, luego de trabajos forzados y humillantes en esclavitud, bajo el sol inclemente y el látigo de sus verdugos egipcios, ¿y le llamaban a eso gratis? Muchas veces, tenemos memoria corta y selectiva cuando Dios nos da algo que pedimos como un trabajo. Entonces cuando Él nos escucha y lo otorga, el lunes comenzamos felices y agradecidos, pero al cabo de 2 semanas ya estamos deseando que llegue el viernes porque estamos cansados del trabajo. O también, cuando pedimos un esposo(a), y finalmente nos casamos, al principio todo bien, pensamos que nos casamos con el príncipe montado en su caballo, un año después aseguramos que nos casamos fue con el caballo. O, también cuando tenemos un bebé, lo pedimos a Dios y Él lo envía, y al nacer el bebé todo es mágico, pero cuando vienen las malas noches porque se enferma o porque hay que cambiarlo o alimentarlo, y cuando crece se vuelve tremendo, ya allí no nos parece tan mágico como cuando era bebé.

Lo cierto es que nos acostumbramos al favor de Dios, y luego nos aburre, lo tomamos como un hecho que merecemos y que forma parte de nuestra cotidianidad. Entonces nos quejamos de ese mismo favor que un día Dios nos dio, ¿te ha pasado verdad? A mí también, ya el milagro se nos hizo costumbre, ya no es tan asombroso. Dios oye la queja del pueblo, aunque sabía que estaban menospreciando su alimento, su manera de proveer, su menú, su sazón, su maná, lo que ellos realmente necesitaban, preparándolo con amor usando sus ingredientes especiales del cielo. Que no se encuentran en la tierra ni se puede sembrar, así como esa receta de la abuela, o el pollo que mamá prepara. Ya el comerlo cada día les pareció aburrido, siempre lo mismo, en lugar de ser agradecidos, se tornaron en exigentes del milagro, merecedores de comer carne, porque en Egipto la comían. Aun con todo esto, Dios envía codornices, tantas, que se calcula 1200 kg por persona que recogieron en día y medio, para un mes de consumo, así que, desayunaban almorzaban y cenaban carne de codorniz. Pero, ¿saben algo? Pues si, también se fatigaron y se cansaron de comer carne.

Nosotros no somos tan diferentes, pedimos un favor o un milagro de Dios, y cuando nos lo da, se nos olvida que fue un milagro, y nos creemos merecedores de aquello. De pronto, el milagro se nos vuelve común, ya no agradecemos a Dios, y le exigimos ahora un nuevo milagro porque aquel que hizo ya perdió su efecto.

Día 1Día 3

Acerca de este Plan

¿ Hasta cuándo maná?

¿Estás cansado de lo mismo? Las rutinas suelen causar cansancio, fastidio, pereza, entre otras cosas. Quizás estás pasando por esta situación, quizás estás esperando algo más para tu vida. En este plan, juntos abordaremos este tema para que Dios nos guíe y tengamos nuevas fuerzas.

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Nos gustaría agradecer a Jann Luis Quintero por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelacruz.com/