VIVIR EN EL ESPÍRITU para una vida de intimidad con DiosMuestra

“Una rama no puede producir fruto cuando está separada de la vid, ni ustedes pueden producir frutos si se apartan de mí. Sí, yo soy la vid; ustedes son las ramas. Cualquiera que viva en mí y yo en él producirá una gran cantidad de frutos, pero separado de mí nadie puede hacer nada...” (Juan 15:4-5 NT BAD).

El secreto del explosivo y sostenido crecimiento de la primitiva Iglesia estuvo en la absoluta dependencia del Espíritu Santo y no en la capacidad innata de sus líderes o en los métodos de evangelización empleados. Es verdad que Jesús les ordenó predicar el Evangelio, pero no les dijo cómo. No les enseñó estrategias para compartir la fe ni les dejó un modelo específico para pastorear la iglesia. ¿Y por qué no lo hizo? Porque todo eso les sería revelado en el lugar secreto. La única preocupación de Jesús fue llevarlos a crecer en su relación con Dios y, aunque a los apóstoles les costó trabajo entender la importancia de la dependencia, finalmente aprendieron la gran lección de que la relación con Dios antecede a la obra de Dios.

A lo largo de las páginas de la Biblia observamos que las estrategias de conquista y expansión siempre fueron reveladas por Dios. ¿Quién le ordenó a Moisés subir a la montaña y levantar las manos al cielo, mientras Josué peleaba en el valle? Dios. Y nunca más se usó la misma estrategia de batalla para que siempre dependieran de Dios. Corremos el riesgo de apegarnos a los métodos que nos dan resultados sin preguntar siquiera al Señor su voluntad. ¿Y qué decir de Josué? ¿Quién le dijo que para conquistar Jericó debía dar vueltas a la ciudad durante siete días? ¿Has leído que alguien más en la Biblia haya utilizado la misma estrategia? Por supuesto que no. Y la razón es la misma que en el caso de Moisés: depender de Dios para cada batalla. Mientras Josué lo hizo nunca conoció la derrota; pero el día en que se sintió con la capacidad de elaborar su propia estrategia de conquista, fracasó rotundamente. De la humillante derrota en Hai aprendemos una gran lección: ¡El éxito en la vida deriva del éxito en el lugar secreto y el fracaso es el resultado del descuido de la comunión con Dios!